—¡Te digo que Alexander está fuera de control —gritó
John Klein al jefe de inteligencia estadounidense, James Smith.
—Ya me lo has dicho cinco veces esta semana.
Tranquilo, tengo al comando de Berlín controlándole y volverá a los parámetros
establecidos en apenas dos semanas—le respondió sin parecer darle importancia.
—Os advertí que no se debía sobrepasar la dosis
estrictamente recomendada, pero parece que ni siquiera me escuchasteis. Ahora
estáis viendo las consecuencias. Veremos si Alexander y los otros cuatro casos
tienen reversibilidad. Fui muy claro cuando mostré los resultados de la
investigación llevada a cabo de forma voluntaria sobre el preso de Irak que nos
proporcionasteis para el proyecto.
—En mi opinión fuiste muy indulgente con él. Yo
habría cambiado de individuo mucho antes y no habría hecho perder al gobierno
tantos cientos de miles de dólares. Explícanos qué es lo que ha podido fallar.
Cuéntanos cuáles han sido las fases del procedimiento y qué podemos hacer.
John Klein era el jefe de la sección de Investigación
Neuronal del departamento de inteligencia del gobierno estadounidense. Promotor
del proyecto Pandora nacido para parametrizar el control mental de un individuo
a distancia.
Tomó aire y, con su paciencia casi agotada después
de horas de discusión procedió a resumir los términos del proyecto James y a
los otros tres altos cargos del gobierno que habían entrado ya en la sala:
—Primero aplicamos con él un programa de
reeducación conductual durante dos años, unido con sesiones de yoga diarias y
meditación budista. No fue fácil para un fanático musulmán como él. Hemos de
recordar que Malik procedía de Pakistán, de un entorno radicalizado. Pero
conseguimos nivelar y estabilizar la amplitud de la onda alfa de su cerebro y
que aceptase su participación.
—La fase dos duró diez meses. Durante los
primeros noventa días le aplicamos radiofrecuencia de baja longitud de onda a
intervalos de una hora de forma continuada. Los siguientes tres meses,
microondas sin desprendimiento de calor combinadas con sesiones de hipnosis
dirigida.
James Smith parecía no escucharle, ya que
estaba al teléfono. Se había levantado y estaba hablando al lado de la ventana.
—Tengo a Kart al teléfono: Los otros cuatro
casos de Bielorrusia, Bulgaria, Kazajistan y Líbano han experimentado los
mismos síntomas que Alexander: Paranoia, comportamiento asocial, se han erigido
con una personalidad que no les corresponde y han terminado con brotes de agresividad.
El tipo de Bulgaria incluso se había creado una vida paralela, con pasaporte, carné
de conducir, y trabajo propio. Fue al ser detenido cuando vieron que el
pasaporte era falso, y entonces el contacto que tenemos en la Polizei informó
por los cauces habituales a nuestra red de agentes.
—Ya os lo advertí. La cosa se va a poner peor.
Es muy probable que si lo mantienen detenido y no puede acceder a la medicación
evolucione hacia un estado de verosimilitud, en el que pueda recordar lo que ha
vivido y lo confiese. Quedaríamos en tal caso expuestos a la opinión pública. Y
recordemos que está detenido en Berlín, no en un país de mala muerte. El
escándalo después del caso del espionaje masivo sería mayúsculo. Pero da igual.
Son cinco personas sin conexión entre ellas. Será muy difícil unirlos por un
patrón común de modo que deberíamos continuar —defendió John Klein.
—Eso no ocurrirá. Los agentes a cargo de cada célula
están ya advertidos de abortar el proyecto si se produce una llamada final. Si
vemos que Alexander evoluciona en el sentido que indicas, la haré y todo habrá
terminado. El rastro de los cinco individuos desaparecerá por completo.
Otro de los altos cargos encendió su portátil y
se conectó con el despacho oval.
—Parece ser que el individuo del Líbano ha
caído en manos de Hezbolá. No podemos asumir el riesgo. Desconocemos la
situación de los otros casos pero éste es prioritario. Tenemos luz verde del
presidente para abortar y ejecutar a los cinco individuos.
—¡No podemos hacer eso! —gritó John. Han sido
meses de esfuerzo. Todo mi equipo ha estado trabajando duramente para poder
establecer un procedimiento de control que nos dará un poder ilimitado en todo
el mundo. Imaginaos la posibilidad de introducir individuos en aquellos
regímenes o gobiernos que sean de especial relevancia para nuestros intereses y
que podamos dirigir su pensamiento. No es ciencia ficción. Es para lo que
creamos el proyecto Pandora. Y ahora por un mínimo riesgo queréis acabar con
él.
—Si los grupos radicales islamistas llegan a
sospechar que algo así se ha convertido en una posibilidad real las
consecuencias serán extremas —dijo el alto cargo. Lo siento, el presidente ha
sido claro. Abortamos
—¡Estoy en completo desacuerdo! Y veremos si
realmente sois capaces de acabar con Pandora —fue su amenaza hacia James
señalándole con el dedo y salió dando un portazo.
James Smith miró a los otros tres altos cargos
y asintió en silencio. Marcó un número de teléfono.
—Adelante. Terminamos —indicó—, y tras una
breve vacilación añadió—hay una pequeña complicación. Necesitamos seis
cadáveres. John Klein no ha entrado en razón.
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