He leído recientemente que existe una burbuja en torno al negocio que acompaña al mundo del arte contemporáneo. Desconozco si es cierto, pero siempre que en el mercado haya alguien dispuesto a comprar (y pagar) un valor por algo que otro vende, creo que es lícito que se produzca.
Mi
aproximación al arte contemporáneo (que me interesa mucho, la verdad) es la
misma que ante el arte en general. Intento no analizar en exceso la obra que
estoy contemplando y simplemente dejo que “me hable”. Me pregunto si me gusta
lo que veo y si me transmite algo. Incluso aunque me parezca una aberración, o
muy feo, puede transmitirme un sentimiento y entonces puede parecerme una obra
artística interesante. Por eso conecto muy bien con el subtítulo de la feria
este año: La conquista de las emociones.
Hay, en
MARTE de todo un poco. Eso que una persona anónima y de a pie de calle como yo,
calificaría de sandez, con el típico comentario de que “ese cuadro lo podría
haber pintado mi hijo de cuatro años”, creaciones multidisciplinares combinadas
de dibujo, pintura y escultura que reflejan toda la imaginería de su artista,
obras constructivistas relacionadas con el medio ambiente y la concienciación
por él así como escultura evolutiva o fotografía detallista.
He visto
cosas muy interesantes en esta edición. Me quedo con una artista de aquí, de
Benicàssim, Cristina Ramírez que a través de HibridaGallery nos presenta su
obra de la que se puede disfrutar en MARTE, Hacia la noche, una verdadera
delicia para los sentidos.
Un placer
añadido de esta edición 2018 fue la de visitarla con toda la familia, mi mujer
y mis dos hijos de 11 y 13 años y ver cuáles fueron sus reacciones ante ciertas
obras. Una experiencia muy interesante ver cómo el arte es transversal y genera
sensaciones múltiples a distintas edades, sexos y personalidades.
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