viernes, 16 de noviembre de 2018

Por una mirada


Fue allí donde Jacobo lo vio por primera vez. Llegó en aquel vapor que traía a Washington Irving y su mirada quedó grabada en su retina, profunda e intensa. Era el ayudante de cámara y supo que se había enamorado al instante.

No podía confesarle su atracción por él, por su cuerpo de deseo y lujuria, porque hacerlo supondría condenarle a la pena máxima ya que el rey no permitiría el amor contra natura entre dos hombres. ¿Cómo se lo haría saber entonces?

Cayó la noche y estuvo seguro de que no podría amanecer sin entregarse a él. Imaginó que durante la madrugada podría acercarse a su tienda y se introduciría en su cama y lo abrazaría con pasión. Creía y ansiaba que él le correspondería y por ello se armó de valor y se dirigió hacia allí. Lo vio dormido, desnudo, terso y fibrado y cuando sintió su calor al abrazarlo por detrás, él se despertó y lo besó intensamente.
Pero un guardia los descubrió y dio la voz de alarma.

La guardia los cogió presos y fueron condenados a muerte aquella misma noche.
Pero cuando se iba a consumar la sentencia, alguien gritó ¡ALTO! Y cuando todo se detuvo, el amante de mirada intensa dejó caer sus ropas y quedó completamente desnudo, evidenciando un cuerpo perfecto de mujer con pechos pequeñitos y preciosos, casi planos que habían sido ya acariciados por Jacobo.

El rey se levantó y pronunció por primera vez una contra sentencia, permitiendo a los dos amantes vivir juntos por siempre.

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