Isabel y Antonio crearon su primera empresa inmobiliaria en
1998. La indemnización que recibió al ser despedida de su trabajo y el fruto de
los pequeños negocios que había montado Antonio les llevaron a subirse el tren
del boom constructor. A partir de aquel momento, no podían más que escalar
de forma exponencial. Cientos de solares, edificios, centros comerciales, algunos proyectos millonarios fuera de
España. Construcciones y pisos que se vendían sobre plano, incluso antes de
estar proyectados. Se emborracharon. Fue tal la hinchazón de sus cuentas
corrientes que olvidaron lo que habían sido. Entraron en una vorágine imposible
de invertir y comprar más de lo que jamás podrían pagar con la seguridad del
buen funcionamiento de la economía.
Cuando se acercó el verano de 2007 no
fueron capaces de evaluar cuánto dinero tenían en préstamos, cuánto era suyo y
cuánto de sus acreedores.
No pudieron remontar. La crisis arrolló y
acabó con todo. Antonio no lo superó y murió tras un ataque al corazón.
Ella era más fuerte. Supo que podría levantarse y vivir. Tras llegar a
tocar fondo y tener que dormir en la calle, conoció al grupo de Mujeres que la
guió a reemprender su vida, consiguiendo pequeños logros a corto plazo que
afianzasen su fortaleza. Y en ello estaba, vendía CDs y daba gracias cada
noche por poder hacerlo. Al menos pudo guardar los pendientes que tanto le
gustaban a Antonio y que le regaló cuando le dio el sí. Eso le ayudaba a
mantener el recuerdo de lo que fueron antes de 1998 que es lo que nunca
tendrían que haber dejado de ser.
Photo by Tamara Bellis on Unsplash
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