Decidí leer este libro tras visitar la espléndida
retrospectiva sobre David Bowie que
el Victoria
& Albert Museum de Londres organizó el año pasado en el Museu
del Disseny de Barcelona en la que pude descubrir que durante su
época de expresionismo alemán en la que vivió en Berlín varios años éste fue
uno de sus libros favoritos.
Y ha sido para mí una experiencia acompañar a Cristopher en
su quehacer diario con los personajes variopintos que pueblan su libro. Me
gusta el estilo de Cristopher al narrar su propia epopeya en la Alemania
pre-nazi. Rebosa frescura, descaro, desinhibición, matices contrapuestos al oscurantismo
que llegaría unos años después y que arrasaría con Europa.
La lectura de este libro de 6 relatos me ha hecho regresar
también a Cabaret, el film en el que Lisa Minelli brilla llena de esa
frescura y descaro de los que hablaba antes.
No sé si la sociedad alemana era tan así en los años treinta,
si responde a una visión muy particular de Cristopher Isherwood o si es
simplemente una ficción pero creo que tiene aspectos comunes a lo que vivió la España
de principios de los ochenta, ese afán por el puro placer, por el momento
singular que cada uno vivía, sin pretender trascender ni categorizar en exceso
los comportamientos, con absoluta libertad.
Leí el libro íntegro durante mis trayectos de trabajo entre
el hotel y las fábricas que visito regularmente en Dhaka (Bangladesh) donde el
tráfico puede detenerte horas dentro del coche, así que la lectura se hizo
todavía más extraña. Me sentí tan aislado de lo que me rodeaba que ello me
ayudó a meterme mucho más en el Berlín de los treinta, pero cuando terminaba de
leer un capítulo o llegaba a mi destino la cruda realidad Bengalí me devolvía a
mi presente y al siglo XXI.
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