viernes, 18 de noviembre de 2022

La presidenta - mi crónica de lectura

Comenzar la lectura de una novela en la que la presidenta de la Comunitat Valenciana, llamada Vita Castellá aparece muerta en el hotel en el que se hospedaba un día antes de su declaración en el Tribunal Supremo es, sin duda, un gran gancho para el lector por las evidentes similitudes con la realidad.

La escritora, Alicia Giménez Bartlett advierte al comienzo de la misma que, aunque algunos elementos de su novela están inspirados en hechos reales, ha dado rienda suelta a su imaginación creando una historia de ficción.

Sin embargo, las similitudes y acotaciones a hechos acaecidos en la Comunitat cuando gobernaba el PP son tan evidentes, tan burdos en algunos casos que cuando avanzas en la lectura pareces ir poniendo las caras de los personajes reales a los de ficción.

Cuánto de ficción y cuándo de realidad tenga la novela es un tema indescifrable, pero lo que sí es palpable es que la trama contiene excesivas casualidades perfectamente calculadas para desentrañar el misterio del asesinato de la presidenta. En mi opinión como lector creo que hay muchas cosas que suceden adecuadamente para que todo cuadre, y en algunos casos son poco creíbles. El affaire entre Boro, y su novio, instructor de gimnasio resulta parece muy necesario para que haya un acercamiento a la presidenta, aunque la pareja en sí sea poco creíble.

Además, la pareja de hermanas policías, Berta y Marta, protagonistas de la novela, están creadas de forma superficial. En algunos pasajes de la misma, no me las he llegado a creer. No sé si el pretexto de que son “novatas” es suficiente para que actúen y hablen como lo hacen en la novela, sinceramente.

Las actuaciones de los jefes de policía, el juez que lleva el caso y el ministro son excesivamente simplistas, carentes de matices, burdas. No digo que en la realidad no fuese así, pero, sean o no reales, me parecen de lo más lineales y carentes de aristas.

Como digo, una trama e idea potente, que comienza con mucha curiosidad, y poco a poco se va desinflando en un desfile de coincidencias y casualidades adecuadamente orquestadas para cuadrar una trama de la que quedan muchos flecos sin resolver y, sobre todo, sin final.

Esta es mi segunda lectura de esta autora. La anterior, Hombres desnudos, también me dejó indiferente, así que creo que no voy a darle una tercera oportunidad… o quizá sí, ya veremos.

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