lunes, 26 de septiembre de 2022

La memoria robada - mi crónica de lectura

Hablar de las impresiones que me ha causado una lectura de La memoria robada, novela de Andrés Rodríguez Domingo podría darme para todo un ensayo, habida cuenta de la magna extensión de la obra que narra el periplo vital de su propia familia, a lo largo de varias décadas del siglo XX.

Ya he podido disfrutar de la narrativa de Andrés en obras anteriores, en especial, la brutal y desgarradora El dolor de la sal, que recomiendo encarecidamente, y sé que su escritura nace de una fuente de verdad y de sentimiento muy profundo. Así que estaba seguro, antes de comenzar La memoria robada, que me iba a enfrentar a una enorme lectura, enriquecida por su proximidad familiar con todo lo narrado.

La novela contiene una labor ingente de documentación sobre la evolución de las familias Rodríguez y Domingo, sobre el crecimiento de sus padres dentro de la fe y su supervivencia a lo largo de décadas de represión franquista.

Lo más interesante de la novela para mí como lector es el descubrimiento de una porción de la fe cristiana casi silenciada por completo en España, y más en la posguerra, el protestantismo. Algo que siempre me ha parecido como de otro país europeo, quizá por el poco mainstream que atesora, o seguramente por desconocimiento propio, y que a través de la lectura me ha resultado fascinante.

En realidad, mi primer acercamiento al mismo fue hace mucho tiempo, de la mano de mi abuela política y su participación en las reuniones de Los Hermanos, que nunca supe muy bien el detalle de sus celebraciones y ceremonias y que, gracias a la novela de Andrés he podido ahora descubrir y entender.

Parece mentira que tan poco se hable de una confesión tan extendido en muchos países, y que sin embargo aquí en España ha tenido poco predicamento. Resulta muy interesante entender cómo los distintos grupos se reunían esquivando la censura y la prohibición, buscaban sus lugares para reunirse, para establecerlos como lugares de culto y cómo la extensión de la doctrina se hacía en entornos muy cercanos, de poco en poco, expandiéndose casi de forma fractal desde muchos puntos de España. Especialmente sorprendente me ha resultado saber que Aragón atesoraba una de las comunidades más activas de aquel momento. Y saber que en la calle Madre Sacramento de Zaragoza, por la que tantas veces he pasado, estaba uno de los centros de reunión de Sebastián y sus correligionarios.

He aprendido mucho sobre el protestantismo, sobre las distintas facciones, las diferencias con el catolicismo, los principios fundamentales de su doctrina, su historia en España y su expansión y evangelización. Y todo ello lo he recibido imbricado con la historia familiar de los padres de Andrés, Sebastián y Eunice, narración que me ha resultado fascinante.

Imagino la inconmensurable tarea de documentar datos, personas, fechas, acontecimientos, de registrar recuerdos de los familiares que aparecen, de dotarlos en algunos momentos, imagino, de una trama narrativa con ciertas licencias novelescas, y de compilar todo con una estructura de novela perfecta que aúna historia, religión y pasión en más de 800 páginas.

La memoria robada es sólo la primera parte de esta vida familiar. En estos días se está publicando la segunda parte, titulada El susurro de las piedras, con la que imagino Andrés habrá terminado su parto y sentirá una inmensa felicidad.

Gracias por adentrarnos en vuestra fe. Gracias por permitirnos conoceros mejor. Gracias por la generosidad de la narración familiar y gracias por escribirlo tan magníficamente. Tu obra, tu novela, me ha llegado y me ha hecho sentir muchas cosas. Y eso, para un lector, es lo más importante.

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