jueves, 17 de marzo de 2022

OBRA MAESTRA - mi crónica de lectura

Sin duda leer como anticipo de esta novela, la historia increíble, pero cierta, sobre la desaparición de una escultura de 38 toneladas de peso resulta muy estimulante. Más aún lo es cuando, una vez inmerso en ella, descubres que su autor, Juan Tallón utiliza una estructura narrativa muy original y cuenta la historia a través de 74 entrevistas a personas relacionadas de una u otra forma con la obra, con su autor, Richard Serra, con el museo del que desapareció, el Reina Sofía o con las autoridades que de un modo u otro intervinieron en todo el proceso.

Más alucinante todavía resulta conocer que, una vez desaparecidas 38 toneladas de acero, quién sabe si enterradas, se hizo una réplica de la obra que, automáticamente alcanzó el mismo estatus de obra de arte de nivel superior, como la original. O sea, la copia sustituye al original y se supone que adquiere el mismo estatus de calidad… Pero ¿eso no son los “fakes”?

¿No resulta de todo punto indefendible?

Me resulta muy interesante haber podido conocer todo el ambiente y escenario que se daba en torno al mundo del arte en la España del momento que fundó el museo Reina Sofía. Sus comienzos, sus delirantes comienzos diría yo. El desgobierno, los intereses políticos, los desmanes de sus directivos, la aparente ilógica caótica en la contratación de sus fondos artísticos y el desasosiego que siempre crea, el arte contemporáneo y más aún escultórico, al público general.

Sin embargo, y a pesar de que todas las virtudes anteriormente expuestas me parecen suficientes para redimir y alabar esta novela, termino con la sensación de haber estado frente a una botella de champán. Comienza con una gran explosión, la sorpresa, la insuperable e inesperable forma narrativa, la información histórica mezclada con la novelesca. Pero poco a poco, esas burbujas de gas se van deshinchando, porque a medida que se avanza en la lectura de los testimonios van siendo menos relevantes. O quizá es que ya se conoce mucho de lo acontecido y queda poco que contar, y entonces esa sorpresa narrativa se convierte en monotonía para terminar siendo una ligera pesadez.

No sé, ¿quizá en vez de 74 testimonios habría bastado con 50? ¿Tal vez algunos de ellos son, en cierta forma, irrelevantes para el caso que ocupa? No estoy seguro de cuál ha sido el motivo pero me ha sucedido eso. Comencé la novela excitado y pletórico y la termino aburrido y cansado.

Aún así le doy mi aplauso a su autor. Su originalidad de planteamiento y descubrimiento de un tema tan singular siguen haciéndola flotar en el mar literario del momento.

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