Siempre que termino la
lectura de una novela y recuerdo todas las emociones que me ha transmitido, si
es que así ha sido, pienso en el enorme talento de su autor. En este caso, Antes
de los años terribles, de Víctor del Árbol ha conseguido que las
lágrimas broten sin posibilidad de detenerlas. Ha sido un viaje a un mundo
desconocido para mí (desconocido seguramente para muchos lectores), hacia una
realidad que ha existido, que es incómoda, pesarosa y terrible y que, como casi
siempre, es ninguneada y seguramente acallada en el primer mundo.
La vida de Isaías Yoweri,
su rapto y alistamiento en el ejército de niños terroristas obligados a ejercer
el poder del terror y la muerte para sobrevivir, la crueldad de la
deshumanización de las huestes de líderes tribales y su continua huida hacia
delante ha sido una aventura conmovedora y palpitante para mí como lector.
Pocas veces me ha
conmovido tanto un libro como éste. He encontrado las dos caras de una misma
moneda en el corazón de África, en Uganda, como dice uno de los protagonistas,
esa cosa inventada por los ingleses llamada Uganda que nunca existió: La
maravilla y el amor por una tierra, por la naturaleza, por el deleite de las
cosas sencillas y de la vida en familia y el miedo a la supervivencia, el
terror de las consecuencias de la corrupción y el terrorismo.
Víctor del Árbol teje la
trama de forma inteligente porque narra en dos tiempos distintos y uno
retroalimenta al otro, a modo de explicación. Es decir, aquello que anticipa lo
explica, retrospectivamente, en el capítulo siguiente. Aclara cómo ocurrió y el
camino que llevó al protagonista a lo que había anticipado. Y es una forma
narrativa muy eficaz porque engancha y mantiene la tensión de forma permanente.
He encontrado en esta
novela algunos temas que a mí me parecen muy interesantes y que defiendo
siempre: La segunda oportunidad, el hecho de tener derecho a recomenzar, a
crear tu propio destino. El buenismo (tan denostado hoy en día). Esa gente que,
sin esperar nada a cambio, ofrece su ayuda de forma desinteresada y altruista,
por el mero hecho de querer hacerlo, por la simple razón de querer entregar su
vida a los demás. Ese sobre con unos dólares y ese móvil con un número de
teléfono que le fueron entregados a Isaías fue una llave a otro mundo. Y muchas
personas, estoy seguro, necesitarían en un momento de su vida, algo así. Una
pequeña ayuda que es, sin dudarlo, el catalizador para una vida mejor.
Hay también una carta.
¡Qué placer leer cartas y qué pena que hayan dejado de existir! Una carta
conmovedora y clarificadora.
Y sobre todo la novela
destila un sentimiento general de que , a pesar de todo, a pesar de las
contrariedades, de los vaivenes de la vida, de lo arbitrario de las circunstancias,
cuando se tiene un objetivo claro, una dirección que seguir y una meta que
cumplir, se puede conseguir.
Sitúo Antes de los
años terribles entre los mejores libros que he leído nunca, en el
olimpo de mis lecturas. Me ha conmovido y maravillado a partes iguales y creo
que será uno de los pocos que releeré en el futuro.
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