Llevo ya un tiempo leyendo unas cuantas noticias que me dejan perplejo. Se trata de temas alejados de la inminencia e importancia del presente, volcán en erupción, pandemia COVID, situación económica, o cualquier tema político del momento. Pero no por ello me parecen menos merecedoras de nuestra atención.
Lo que me ha
decidido a escribir esta reflexión es la pátina común que los unifica, que es
la absurda corrección política que se está pretendiendo instaurar en aras de una
supuesta mejor convivencia o no sé muy bien p’a qué. O sea, corrección política
progre absurda, innecesaria y, sobre todo, artificiosa.
Comentaré 3 de estas noticias de página interior: La primera tiene que ver con la película Brokeback Mountain en la que durante una entrevista se deja entrever o se pseudopregunta al protagonista que qué piensa de haber interpretado a un personaje homosexual, no siéndolo él en la vida real. ¿En serio? ¿Eso es una pregunta? Francamente, estamos en 2021 y ¿preguntamos o sugerimos esto como tema de entrevista? Alucino. Ahora tendremos que preguntar a cada actor que ha hecho de psicópata o cada mujer que ha hecho de monja o cada joven que ha hecho de drogadicto o a cada… la frase se termina por sí misma.
Así, mientras que Brokeback Mountain resultó escandalosa en 2005 por presentar un romance entre dos varones (y cowboys, por añadidura), ahora podría despertar rechazo por el hecho de que sus actores protagonistas, Jake Gyllenhaal y Heath Ledger fuesen heterosexuales.
La segunda noticia tiene que ver con la portada del disco Nevermind (que vendió 30 millones de discos) en 1991 de Nirvana, en la que sale un bebé (Spencer Elden) que ahora, con 30 años cumplidos, ha demandado al grupo por supuesta pornografía infantil.
La tercera es la
carta que el papa ha enviado con motivo del bicentenario de la entrada del
Ejército Trigarante a la Ciudad de México para firmar el acta de declaración de
independencia, y el revuelo y debate que ha generado en torno a la acción de
los “colonizadores” o “invasores” según quién lo debata en el siglo XV y XVI. Y
es entonces cuando alucino al leer cosas como que en su momento los católicos
violaron los derechos humanos en sus acciones de colonización. O sea, hablamos
de derechos humanos en 1500 cuando una parte de la humanidad estaba sometida
por la otra. ¿Queremos homologarlo a lo que se considera ahora como derechos humanos?
¿Queremos reinterpretar toda la historia de la humanidad según los parámetros
de la actualidad, con una sociedad evolucionada 500 años después? No veo mayor disparate.
La llamada conquista de América fue lo que fue y punto. NO hay que darle más
vueltas, igual que la colonización de áfrica del siglo XIX o la expansión del
imperio británico, del otomano, del de Gengis Khan, y así otra lista
interminable e inclasificable y, de todas todas, incalificable bajo los parámetros
de 2021.
Termino esta
reflexión con unas cuantas observaciones más acerca de la corrección política
actual, como la eliminación del género en la entrega de premios al mejor actor
/ actriz (que ya no se llamará así) en el festival de San Sebastián, la asignación
de cuotas a minorías en la entrega de los premios de Hollywood, el uso absurdo
del os/as de los políticos y algunos presentadores, pero que solo lo usan en la
primera frase y en el resto del párrafo se les olvida, porque claro, duplicarlo
en todo un discurso lo hace interminable… en fin, un sinfín de sinsentidos
desde mi punto de vista.
Voto por ser
claros, por no tener complejos, por llamar a las cosas por su nombre. No pasa nada.
Es mucho más constructivo, menos disruptivo y, por supuesto, más satisfactorio.