Una temporada en el infierno es el disco publicado en 1999 por Fangoria, en pleno cierre del siglo XX, que supuso su resurgir comercial y con el que alcanzaron un éxito notable después de diez años de travesía por un underground (quizá) demasiado underground.
Una temporada en el infierno - full album
Fangoria se lanzó al abismo de la ruptura con la industria
musical cuando decidió finiquitar Alaska y Dinarama a finales de los ochenta y
comenzar un nuevo proyecto creativo, innovador, quizá demasiado adelantado a su
época, que no fue comprendido por el mainstream y que los dejó en la estacada,
sin compañía de discos, sin actuaciones musicales, sin apariciones en
televisión ni promoción en radios. Pero esos 10 años, los que van del 89 al 99
fueron justamente los que crearon el caldo de cultivo en el que se generaría
una carrera musical que dura ya más de treinta años. Pues bien, este disco
supuso el punto de partida de ese resurgir, el reenamoramiento de la crítica
musical con el grupo, el éxito comercial y de ventas (alcanzaron 20000 copias),
los premios (fue calificado como uno de los mejores discos españoles de la
década de los 90) y la vuelta a los escenarios de Fangoria (actuaron en el
Sónar) y festivales de toda España.
Y, sin embargo, es para mí un hecho incomprensible, porque
este disco, siendo en mi opinión uno de los mejores de Fangoria, carece de toda
comercialidad: sus canciones tienen ritmos lentos o muy lentos, hay escasos
arreglos efectistas como los que han sabido utilizar en los últimos discos como
creación de hits bailables, las letras son muy intimistas, quizá demasiado para
el gran público, y las canciones del LP responden a un concepto unitario que comienza
con Cierra los ojos y termina con la versión de Marshal Jefferson
de su canción Abre los ojos.
Parece que el destino, el público y la industria se
confabulasen en sentido contrario a como lo hicieron tras publicar Salto mortal
(primer disco de Fangoria) y en esta ocasión les llevasen de nuevo al éxito
masivo.
El primer single fue Electricistas: Alaska
volvía con el pelo rojo, el grupo reforzado en directo con guitarras clásicas y
el atuendo e imaginería con sombreros de cowboys. ¿Puede haber algo más alejado
de la música electrónica? Otro hecho incomprensible más que sirvió para
auparles de nuevo al apoyo de las radiofórmulas.
Para mí lo mejor del disco (entendiendo que todo él es una joya creativa) es su portada. Sin duda, la mejor de toda su carrera (junto con la del disco El extraño viaje, diseñada por Gaüeca), y podría hacer una lista interminable de los porqués de que este sea mi disco favorito: La colaboración con Lucho Prosper (y Clara Morán, ambos de Heroica) en las canciones, la mención a Arthur Rimbaud (Hay que ser absolutamente moderno)
Hay que ser absolutamente moderno - Arthur Rimbaud
los medios tiempos, el tema Me odio cuando miento que
es simplemente perfecto, la formación “clásica” en directo con batería, guitarra
y coro, la conceptualidad del disco que tanto me gusta en las creaciones
musicales.
Es un buen aniversario: quizá 22 años no es una cifra
redonda para reivindicar, pero es que este disco ha envejecido tan bien que
podría ser contemporáneo del 2021. Y sin embargo, se compuso, grabó y publicó en
el siglo XX. ¡Qué recuerdos del siglo pasado!
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