Sin embargo, en esta ocasión he intentado rebuscar bien en
todos los aspectos de esta obra de teatro a la que acudimos hace una semana en
el Teatro Principal de Castellón, y no he conseguido encontrar demasiado
positivo.
De entrada, el reclamo es la obra de Federico García Lorca: Doña
Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, una razón para la que
siempre apetece volver al teatro, más en estos tiempos de pandemia en los que
la asistencia a espectáculos en recintos cerrados y teatros se ha visto
seriamente mermada.
En segundo lugar, las opiniones de la crítica, que avalaban
la función con tintes muy positivos en cuanto a su planteamiento, estructura y
ejecución actoral.
https://teatrokamikaze.com/programa/dona-rosita-anotada/
Su director, Pablo Remón ha partido de esta obra escrita por
Lorca en 1935, que habla de la historia de una mujer provinciana que se promete
con su primo, quien tiene que emigrar a Argentina y nunca regresa. Y ella le
espera sin más. Y es sobre el tiempo que pasa en lo que Pablo Remón ha basado
su análisis y adaptación libre.
Sin embargo, el montaje no me ha enganchado y doy tres
razones:
La
estructura. El protagonista principal, que es el propio director,(el
actor que hace de director) va “explicando” al público cómo le propusieron
adaptar la obra de Lorca y durante toda la función interpela al público indicándole
cómo trató ciertos momentos, en función de lo que Lorca dijo en su obra y lo
que él consideró que quedaría mejor. Esa interpretación libre nos lleva de los años
30 a los 80 pasando por el surrealismo en determinados momentos y terminando en
reflexiones apáticas.
Los actores. El propio actor, Francesco Carril, que hace de director explicativo sobreactúa en muchos momentos. Como solo hay 3 actores para hacerlo todo (cosa de la que ya avisa al principio) ha de hacer tanto de sí mismo, como de tía en determinadas ocasiones o de primo novio de Rosita, con demasiado histrionismo, con exceso y artificiosidad, en mi humilde opinión. Las otras dos actrices están mejor, más comedidas: Fernanda Orazi, de sobrada capacidad actoral no alcanza sin embargo a encajar en el papel de Rosita. No sé explicar la razón, pero tuve en todo momento la sensación de que estaba frente a una gran actriz actuando en un papel no adecuado para ella. Elisabet Gelabert fue quizá la mejor en el sentido de aunar capacidad actoral, creatividad interpretativa y verosimilitud.
El ritmo. La hora y pico que dura la obra se hace excesivamente larga. Dentro del surrealismo personalísimo que el director ha infringido a la obra, hay momentos de absoluto parón. La acción no transcurre. Las miradas son excesivamente etéreas. El tono de los actores se va de madre y todo parece de un deslabazamiento sin remisión.
Quiero terminar esta crónica con el punto más positivo
(quizá el único) de esta obra y es su atrevimiento. Siempre he defendido la no
convencionalidad en cualquier propuesta artística y esta lo tiene. Es una
mirada muy diferente a todo lo visto por mí hasta ahora. El director intenta
llevar a cabo un diálogo entre él y lo que ha querido hacer y nosotros como
público. Es un buen intento que, sin embargo, no termina de cuajar para mi
gusto, pero sin duda una interesante innovación para atraer el público al
teatro, al que Lorca siempre defendió.
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