Es muy lamentable que en los tiempos que vivimos, en plena
cultura de la globalización, del capitalismo más exacerbado, de la era Internet
y del liberalismo desmesurado de todas las economías más potentes, haya políticos
de toda índole que todavía se refieren a sus contrarios con adjetivos propios
de hace más de medio siglo, como si en la actualidad tuviesen todavía algún
sentido, y sobre todo, siendo utilizados de forma arrojadiza.
¡Cuántas veces hemos escuchado estas últimas semanas
palabras como social-comunista, filo-terrorista, bolivariano, facha, o
ultraderechista!
Como digo, no importa la ideología de quien los utilice, ya
que cada uno usa el contrario para arrojarlo como un insulto, pretendiendo que
el eslogan fácil pueda afear o detraer valor de aquella persona a la que se le
arroja.
Sin embargo, vivimos en 2021. La mayoría de los partidos
políticos comparten un gran porcentaje de políticas, la mayoría encajadas
dentro del marco europeo sin posibilidad de descentralización, y se diferencian
en muy pocos detalles cuando se pasa del teatro político televisivo y sus eslóganes
y frases gruesas, al detalle del contenido de cada ley. Realmente, las
diferencias son mínimas. Quizá las únicas sustanciales son las que tienen que
ver con los antiguos estamentos y poderes fácticos, como la religión, la
sexualidad o la identidad nacional.
Fuera de ellos, la política europea es más o menos un
continuo con pequeñas variaciones sin mayor ideología que la económica, que es
la gran determinante de cuanta iniciativa política se da en el siglo XXI.
Y he aquí donde llegamos al título de esta reflexión, a la primera
ministra que tenemos en España con carnet del Partido Comunista, sí, que
todavía existe. Y lo más increíble es que ni tiene cuernos, ni expulsa fuego
por la boca, ni quiere quemar las iglesias, ni robar las propiedades a sus
propietarios ni instalar los Gulags del siglo XX.
No, señores, no. Yolanda Díaz ha sido ejemplo de
Política con mayúsculas. De que todavía queda esperanza en la clase política,
la de todas aquellas personas dedicadas a esta disciplina que trabajan de forma
meditada y concreta, alejadas del foco del titular periodístico, con
discreción, con empatía y buscando siempre el mejor acuerdo para todas las
partes implicadas.
Y ello le ha permitido alcanzar, en apenas un año de
gobierno, cinco grandes acuerdos en España:
Acuerdo entre
sindicatos y patronal para subida del salario mínimo interprofesional a 950 €.
Flexibilización
de los ERTEs.
Puesta en
marcha del permiso retribuido recuperable.
Aprobación de
la prestación extraordinaria para autónomos.
La ley del teletrabajo.
No es moco de pavo lo que ha conseguido la ministra. Podemos recordar en épocas pretéritas donde los supuestamente políticos normalizados, del PSOE y del PP se pasaban meses, por no decir legislaturas completas sin alcanzar un mínimo acuerdo de pacto social entre sindicatos y patronal, por ejemplo.
No le quedan por delante retos fáciles: Los siguientes, acordar
la nueva prórroga de los ERTE, la tan cacareada derogación de la pasada reforma
laboral y la regulación de los falsos autónomos (o riders), ya muy avanzada.
Yolanda Díaz ha demostrado, desde su discreción y
dedicación a lo que le compete, la política, y no al espectáculo de titular,
que la ideología se puede flexibilizar en aras del bien común, del acuerdo, de
la necesidad global ante una situación de emergencia como la que vivimos, y que
no hay que exagerar de corporativismo, que se puede uno salir del eje del
partido al que pertenece y empatizar con el oponente.
Como ha dicho ella tantas veces, y que, desde luego, sirve
para todo en la vida en general: Sosiego, buena mano y mucho diálogo.
Personas políticas, tomen nota, espabilen y evítennos el
bochorno al que nos tienen acostumbrados día tras día. Háganlo por el bien de
la política y estén preparados porque la ministra comunista apunta a maneras de
alta política y futura líder nacional.
Ojalá tengamos Yolanda para rato.
ResponderEliminarPues sí, esperémoslo!
EliminarUbicuidad es la presencia en unicidad con el contexto, y este don se niega desde la definición al desconsiderarse con el hermetismo de la palabra que extrapola su condición al hermetismo material. La verdad es que todo el territorio privado de cada ser le pertenece con todo su contenido, y puede hacer lo que quiera con su memoria, y con sus construcciones ilusorias que se atienen de igual manera a la leyes universales, y es esa percepción que crea la ilusión de realidad.
ResponderEliminarLa definición de cualquier cosa es dada por el sentido de las interacciones con el contexto. Los absolutos como el Amor o la Libertad tienen sentido sólo en la acción. El Amor es una manifestación de la lógica creativa de reproducción y retroalimentación, de multiplicación y división de la energía en multiplicidad de formas que afectan al conjunto global, y que se enfrenta a la lógica de la suma y la resta desde el intelecto, que toma la medida por sobre la cualidad sin tener en cuenta la calidad del producto final. El intelecto procesa la información recibida separando el sentir del pensar como dos funciones independientes. Este hecho es un defecto proveniente de la observación que separa la parte del todo para identificarla. En el caso de la emoción como energía, puede comprenderse mejor con el concepto de Color y temperatura, que contiene los colores absolutos y sus matices intermedios, y a su vez existen combinaciones específicas que forman a esos los absolutos.
El desamor nace de un intento fallido de amar, es decir de comunicarse y consecuentemente de interaccionar con la realidad, Si el ser es ordenado por una génesis que lo define debilitando su poder sobre su territorio, llevará el estigma en todo su camino y usará de la fuerza bruta como reacción para romper con su enclaustramiento hermético.
Esto declara que existe un proceso natural de rectificación de la lucidez, y que los procesos intermedios son complementarios y transitorios hasta lograr restablecer el estado natural, cosa que la política lo transforma en norma estancando el proceso y estratificándolo en la cultura.
Desde el punto de vista intelectual, la causa del mal es el Amor, y la transforma en la culpable del conflicto. De este hecho nace la concepción del absoluto amor como diosa desde el absoluto de causa. Es así como al Amor se le impregnó en la génesis intelectual, a la guerra como efecto del desamor. Como la idea es invisible e incontrolable, toma representación en lo ya manifestado, material con el que se puede interaccionar ante la imposibilidad del discernimiento. La justicia dicta el castigo sobre el concepto Amor que generó el conflicto intentando destruirlo en un acto psico mágico en la materia.
Luego, EL absoluto amor que contiene al desamor como su defecto, fue separado en la diosa del amor y el dios de la guerra.
ResponderEliminarLa pax sobrevenía cuando el enemigo era destruido. Es así que el desalmado toma la fuerza del amor sin saberlo cuando alcanza una convicción férrea en el símbolo de liberación al que transmite su poder, poder que es utilizado por el gobernante que se aprovecha del desgobierno de sus servidores.
El ser o espíritu como absoluto, es condicionado como alma u otra etiqueta en el intelecto, ya que desde allí se genera el concepto mente en donde habitará como un espejo de la realidad y con un margen limitado de imaginación. Es así como los gobiernos manipulan el intelecto para tomar la posesión del alma o cualquier etiqueta de la persona y consecuentemente, toman la posesión de su territorio en nombre del Dios de la guerra representado en el Estado, que es el dador dela pax en la medida que ha vencido a todos sus enemigos, a la humanidad.
En síntesis, si no se logra la lucidez en la ubicuidad, cualquier concepto ilusorio puede simular un absoluto. Es así que se disciernen dos grandes grupos conceptuales, los referentes a los naturales y a los artificiales que se generan de y con los primeros. El sistema como programación mental para gobernar impone el grupo artificial como superior al natural del cual deriva. Es decir, que desmantelando la estructura vehicular de la palabra queda al descubierto la verdadera naturaleza esencial como nuestra sustancia de comunicación.
Así se definen tres instancias separadas por el intelecto que es en realidad una consumación llamada realidad, el intelecto lo diferencia como imaginado, definido y luego manifestado, que es precisamente la condición que determina la posibilidad, la probabilidad y la acción, el sentir, el pensar y el hacer, y que unificados lo denominamos inteligencia. Es así que alguien inteligente supera su etiqueta o definición, y todo el contenido de su experiencia como conocimiento se dispone y colapsa para consumarse en sabiduría en el momento de concretarse en la realidad, es decir que la verdad se manifiesta perfectamente como expresión de la misma manera que el desatino o el intento fallido de manifestación.
La verdad absoluta existe de millones de formas y posee cualidades y aspectos que son molestos para la mayoría porque poseen simetrías de perfección y belleza, con una lógica impecable sin contradicciones ni relativismos, sin espacios para el engaño, el ocultamiento ni la cobardía, cuestión que se puede constatar libremente en los defectos de los artificios complementarios del ser. Afortunadamente para todos, la verdad se manifiesta a pesar de la condición intelectual, la naturaleza se abre paso siempre y genera a la familia.
Sentido común.