Pocas veces he tenido una sorpresa tan refrescante como la
experimentada con la lectura de Game Boy, el primer libro escrito por el
crítico Víctor Parkas.
La experiencia ha tenido el mismo efecto que el que produce
una ducha pulverizada de agua fría después de haber estado trabajando a la
intemperie veraniega durante horas: refrescante, divertida, singular y alejada
de cualquier convencionalismo.
Es pura esencia narrativa pop caramelizada con acidez de
crítico literario.
¿Buscas alguien que diserte sobre un tema desde un punto de
vista imposible? ¿Tienes opinión sobre un tema controvertido pero jamás la has
contrastado con alguien que la replantee de principio a fin? ¿Te gusta poco la
corrección política? ¿Crees que el nuevo lenguaje literario diáfano, sin
ambages ni florituras estridentes pueda ser considerado como excelso, como una
forma de crear literatura para perdurar? ¿Puede coexistir la fugacidad de la
inmediatez con la profundidad del clasicismo, triturado todo con la herramienta
de la acidez narrativa?
Todo ello me plantea Game Boy: opiniones y reflexiones sobre
las que él denomina “nuevas masculinidades” pasando por el terrorismo
islamista, la radicalidad antisocial o la presunta pederastia neocon de Woody
Allen.
Game Boy es un batido de frutas imposibles que no puedes
dejar de beber, enfriado con hielos de resistencia infinita y aderezado con
sabores sintéticos y plastificados.
Una delicia, vamos. Un placer para el aburrimiento literario
sesudo y convencional.
Una lectura de verano.
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