Si hay una época que me pueda interesar de la mal llamada
américa, queriéndose referir a la estadounidense, es la de los cincuenta. Esa
década en la que se construyó y alimentó el concepto de “american way of life” cuando en realidad tendría que haber sido el
“united states way of life”. En
cualquier caso y pasando de megalomanías yanquis, esta novela de John Fante me
ha entretenido. Me parece un buen reflejo costumbrista de una sociedad en
cierto modo pacata, apegada a las costumbres tradicionales transversales a
todos los mundos y culturas, como son la familia, la tierra y las convicciones
religiosas.
Refleja con cierta acidez ese tono pastel de las comedias de los
cincuenta en el que una familia (en este caso de Los Ángeles) quiere medrar,
tener una casa propia, un jardín y vivir dentro de un barrio residencial como
si de ese modo su mal denostada clase media subiese un peldaño hacia no se sabe
muy bien qué clase.
Y John Fante describe la forma de pensar de ese momento con
maestría. Las réplicas del padre son magistrales, proverbiales casi diría y de
pura lógica. La sumisión del hijo ante tales frases rematan una caracterización
del protagonista de un quiero y no puedo, que desvela que en el fondo sigue
siendo el hijo abnegado y sumiso que fue de niño, aunque haya pasado a ser
guionista de Hollywood.
La conversión al catolicismo de su mujer es ya un episodio
hilarante, por no hablar de la explicación que el párroco ofrece como
justificación de que creer en Dios y en todo el evangelio es lo más lógico.
He descubierto con John Fante a un escritor interesante.
Ahora me toca descubrir sus películas, sus guiones y leer la novela que me fue
recomendada en facebok por David Vivancos este mes, La hermandad de la uva.
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