Siempre que Rosario Raro publica una nueva novela siento el
mismo revoloteo en el estómago que me sucede cuando una de las bandas de las
que soy fan desde siempre anuncia un nuevo disco: es una mezcla de deseo,
curiosidad y felicidad por saber que, sea cual sea la trama que nos proponga,
voy a disfrutar a la totalidad unos cuantos días durante su lectura.
Y es que Rosario elige siempre con maestría el camino por el
que nos guía en su narrativa. El germen de sus novelas prende siempre en un
tema incómodo, que nos debería levantar en rebelión contra la injusticia, contra
la decidida ocultación de su existencia por parte de los poderes fácticos o los
medios de comunicación.
Y en torno a ese embrión ficciona una novela creíble,
magistralmente ambientada y decididamente interesante.
Desaparecida en Siboney tiene el encanto de finales del
diecinueve. De los cargueros y navíos que surcaban el Atlántico de camino y de
vuelta de las Américas, de las últimas colonias de aquella España que fue potencia
mundial en siglos previos. Mantiene un nivel de intriga y tensión narrativa
permanente, activo, que te lleva hasta el final con muchos interrogantes y que
la convierte en un placer para los amantes de la novela.
Con su lectura, yo que soy viajero empedernido, me he
transportado a uno de los vapores en los que transcurren algunos de sus
capítulos y me he imaginado cómo sería una travesía larga, en compañía de gente
a quien no conoces. ¿Qué relación establecería con ellos? ¿Cómo mantendría las
convenciones sociales en esa época? ¿Me enamoraría? Así he descubierto que esos
viajes eran receptáculos de toda una vida y sociedad y que en ellos se gestaban
historias de amor y traición muy profundas.
He aprendido muchas cosas con Desaparecida en Siboney,
sobre la sacarocracia, por supuesto sobre el tema más duro de la novela, la
trata de esclavos, sobre las plantaciones de caña y la explotación de sus
empleados o la triangulación de las operaciones mercantiles. También he podido transitar por la Barcelona de 1875, una delicia
que me llevará a recorrer sus escenarios en 2019. Y he podido constatar que los
temas universales que nos acechan hoy en día ya estaban presentes entonces, la
corrupción militar y política, el capitalismo desaforado (en aquella lamentable
ocasión con seres humanos) y el abuso del poderoso sobre el desfavorecido. Puede
que no hayamos mejorado como raza, aunque quiero creer que sí y que gracias a
muchos Mauricios Sargales el mundo es un poquito mejor.
Termino con tristeza la lectura de Desaparecida en Siboney.
He pasado unas tardes de julio maravillosas, sentado frente al Mediterráneo,
cuando cae la tarde, cuando el sol se duerme, acunado por la búsqueda de
Mauricio Sargal de su hermana, por la ambición deshumanizada de Bartolomé
Gormaz y por el sonido del mar que aunque está al otro lado de la península, me
ha hecho imaginar que estaba frente al Atlántico y que en cualquier momento
vería aparecer uno de los navíos que transitan por él.
Esta es mi tercera reseña de Rosario Raro, tras Volver
a Canfranc y La huella de una carta y mi
consideración ha ido aumentando con ellas. Creo que Rosario ha madurado su
calidad narrativa con Desaparecida en Siboney , ha
perfeccionado su ambientación y enriquecido su intriga así que me quedo
huérfano de novela, esperando la próxima que, estoy seguro, prenderá desde un
tema insólito y posiblemente desconocido para el gran público.
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