He tenido además la fortuna de leerlo durante mi último viaje a Rusia y ha resultado muy estimulante adentrarme en la historia de Kim Philby mientras deambulaba yo por el metro de Moscú, mi hotel de Nizhni Novgorod, las calles de San Petersburgo o los parques de Rostov.
Mi primer interés por el libro vino de la mano de mi desconocimiento (y he podido darme cuenta después de leerlo y de investigar más sobre él que es un desconocimiento generalizado en España) de esta figura, uno de los más importantes espías de la KGB del siglo XX que recibió el encargo, nada más llegar a España, en plena Guerra Civil de asesinar a Franco. Solo con este mimbre, el interés en su lectura estaba asegurado.
Enrique elabora con maestría una trama literaria de enorme profundidad sobre la vida de Kim Philby desde su pertenencia al círculo de Cambridge a principios de los años treinta, donde nació su defensa del comunismo, hasta su muerte en Moscú en 1988. Pero es especialmente interesante su trayectoria en España, su dedicación como presunto periodista de The Times y su acercamiento al régimen de Franco.
Toda la peripecia que Kim Philby vivió aquí, antes, durante y después de la Guerra Civil queda magníficamente descrita por Enrique que, con su habilidad narrativa y una rigurosa labor de documentación, elabora un texto que atrapa. Más interesante si cabe resultó para mí conocer la enorme y fértil red de espías y contraespías que la KGB estableció en toda Europa, sus relaciones, sus traiciones, a veces internas y sus procedimientos. Conocer cómo esos tentáculos llegaron hasta cualquiera de los países que imaginemos, y hasta los más altos niveles de las diversas jerarquías. Es fascinante leer cómo algunos de ellos, colocados estratégicamente en cada país podían generar verdaderos vaivenes en la política internacional, y todo desde el más absoluto anonimato.
Mi pasión por la lectura de este libro explosionó en las páginas 234 y 270 donde aparece mi pueblo natal, Belchite, malogradamente famoso por su batalla durante la Guerra Civil.
He intentado imaginar cómo era Kim Philby, el auténtico, no el agente, ni el espía doble, ni el supuesto reportero, ni el hijo de un notable del imperio británico en Oriente medio. Cómo sentía él, como hombre joven, teniendo que renunciar a su primer amor por su dedicación a la causa, si pasaba miedo cuando abordó la Guerra Civil, si pensó en alguna ocasión en abandonar, y tener una vida tranquila, o si por el contrario era justamente esa vida de no parar, de estar hoy en España, mañana en Moscú y pasado en Londres la que le daba la adrenalina necesaria para tener una vida.
Dijo Enrique Bocanegra en la entrevista que Kim Philby era atractivo y que fácilmente entraba al sexo contrario y solía tener éxito. Y estoy seguro, tras leer el libro, que ese atractivo, físico pero seguramente personal arrollaba en cualquier situación allí donde iba, y a lo que se dedicara. No puede explicarse de otro modo que llegase a ser condecorado por Franco, alcanzase un alto cargo en el MI6 del servicio secreto británico y fuese enterrado con honores en Moscú pocos años antes de la disolución de la Unión Soviética.
Sin duda la suya fue una vida llena de pasión, dolor, amor y sacrificio, pero en ningún caso aburrida y su lectura conseguirá que la de vosotros, lectores, tampoco lo sea.
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