Nos conducen
a su final. Languidecen calmos. Niegan el paso al otoño, que quiere brillar ocre
con aromas de humedad. Le pide al verano que recoja sus últimos días. Ellos
miran atrás, recuerdan las pasiones, los amores fugaces. Sonríen y lo dejan
pasar, pletórico y lluvioso. La melancolía que lo acompaña es sólo una pátina
habitual a la que su escenario ya está acostumbrado y sabe que cada vez, los
soles de otoño, se esconderán antes, hasta que su tiempo de lucidez sea
inferior al de penumbra lo que anunciará la llegada del lóbrego invierno.
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