Terminé ayer de leer La huella de una carta, fantástica
novela en la que Rosario Raro nos sumerge en la España de posguerra, en la
etapa del franquismo en que las convenciones sociales lo eran casi todo. La
España en la que el consultorio sentimental de Elena Francis triunfaba por
pueblos y aldeas así como en las grandes ciudades, y la España en la que la
mujer normalmente estaba dedicada a “sus quehaceres”.
Es difícil escribir una crónica objetiva de lectura de La
huella de una carta, porque tengo tanto cariño y admiración por su
autora, Rosario Raro, con quien trabajé durante un año largo la que fue mi
primera novela
¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?
y con la que aprendí tanto
sobre escritura, que la amistad pesa mucho en la emisión de una opinión sobre la
suya.
Sin embargo, en esta ocasión también, como con Volver
a Canfranc, Rosario me lo ha puesto fácil porque mi opinión sería igual
de buena si no la conociese de nada.
Y es que ya desde el principio los ojos multicolor de la
belleza que conforma la portada te invita a descubrir si pertenecen a su
protagonista, Nuria Somport. De ser así, todavía aumentaría más mi admiración
por ella, por su valentía, por su lucha por aquello en lo que cree justo, en
encontrarse a sí misma, en no contentarse con el mundo que se le había pre asignado
como mujer en esa España masculina y gris. Nuria es, sin duda el alma de esta
novela. Aunque a veces nos pueda parecer un poco naif descubriremos que su
carácter, su determinación, van mucho más allá de lo que podamos creer.
Y desde muy temprano nos sumergimos en su vida, en su
cotidianidad, con sus hijos, su quehacer diario y podemos hasta ver cómo
siente, lo que anhela, cómo es su vida y cómo le gustaría que fuera. Y esa
facilidad con la que te sumerge la novela en su historia es justamente la que
te impide salir de ella. Yo tuve que obligarme a dosificar su lectura, para
disfrutarla durante más días, pues de no haberlo hecho la habría comenzado y
terminado el mismo día.
Me encanta que, así como normalmente el héroe tiene a su
chica que lo arropa, en esta novela es al contrario. Para mí, Nuria es la
heroína y, por supuesto tiene también a su chico que la ayudará siempre y la
amará.
La historia que descubre e investiga Nuria Somport es tremenda,
real, terrible y maliciosamente silenciada en la España que hemos vivido y que
vivimos. Y es que el control y poder de la industria farmacéutica es, en mi
opinión, mucho mayor que el de otros poderes fácticos, como la banca o la
energía, y, aunque en la sombra, estoy seguro de que tarde o temprano saldrá a
la luz como la verdadera controladora de muchos intereses del mundo moderno.
Rosario tiene la virtud de tejer una trama novelística en
torno a esa tragedia en la que no faltan la intriga, la pasión, el retrato
milimétrico de una época concreta de España y de la forma de vida que había
entonces. Además, la narración y los numerosos diálogos, así como las cartas
enviadas al consultorio y que Rosario reproduce (seguramente creación suya,
pero bien podrían ser tan reales como las que se leyeron durante años y años)
dan muchísima agilidad a la novela y eso la hace para mi gusto como lector aún
más interesante.
Resulta fascinante la variedad de temas que esas cartas
contenían, algunos inverosímiles y absurdos, otros de auténtica tragedia, pero
sin duda eran un reflejo de la sociedad del momento. Y aún más sorprendente
(por no decir espeluznante) eran algunas de las respuestas que se hacían llegar
a sus remitentes.
La novela te conduce por una investigación que, a la par, te
invita a llevarla a cabo en el mundo real, en las publicaciones sobre la
Talidomida y la difícil vida que sus afectados tuvieron y siguen teniendo.
Creo que la novela está resuelta con maestría, en un final
que está muy a la altura de las expectativas que Rosario ha ido creando a
través del avance de Nuria Somport y Boro Navascués en esta dura y oscura
historia.
Una lectura que recomiendo para este verano porque
entretiene, acompaña, indigna, apasiona y sobre todo, no te dejará indiferente.
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