Muchos (críticos y aficionados) consideran que Bloodflowers fue el final de una trilogía que The Cure había comenzado en 1982 con Pornography (el disco de mayor culto de su producción) y continuado con Disintegration (1989), uno de los de mayor éxito comercial de su carrera.
Y es cierto que los tres álbumes tienen en común esa
sonoridad ambigua, repleta de atmósferas oscuras y sonidos demoledoramente
siniestros, aunque la evolución desde el primero (con los fantásticos ritmos
geométricos de sus baterías) al segundo, en el que abarcaron una enorme
amplitud sonora y colorista, ha terminado en lo que yo considero que es la pura
melancolía. Sí. Si tuviera que definir este álbum Bloodflowers con una sola palabra
diría esa: MELANCOLÍA.
Bloodflowers tiene la canción más nostálgica y
melancólica del pop mundial: The last day of Summer, un mantra al que
nos aferramos muchos como yo nacidos justamente en ese final de verano (en mi
caso el 20 de septiembre) y que yo considero que nos ha dotado de un carácter
especialmente dirigido a la convivencia con la melancolía propia de las tardes
de final de verano, cuando los amores y las vivencias de las locuras veraniegas
van tocando a su fin y las aventuras vividas y las sorpresas diarias del verano
van dando paso poco a poco al recogimiento y la vuelta a la rutina del otoño.
Es casi una forma de ser, un carácter el que tenemos los que militamos en ese
final de verano. Y Bloodflowers está cargado de esos medios tiempos en sus
canciones con melodías lánguidas, que casi se detienen por momentos y que
descienden al inframundo de la tristeza y la desolación por momentos.
Pero si algo representó este disco en la carrera de The Cure
fue sin duda su último gran disco. Su mejor disco casi de despedida (si
obviamos los dos últimos, en mi opinión casi prescindibles, The Cure y 4:13
Dream). Una creación que para muchos fue su colofón (se publicó en el año 2000)
a una carrera intachable y para otros la puerta de entrada en el siglo XXI
alentando la posibilidad de que la banda continuase con su labor creativa. En
mi opinión es lo primero. Aunque soy el fan número uno del grupo y he continuado
yendo a sus conciertos y comprando sus discos, creo que The Cure necesita como
emergencia número uno un guía creativo que los resitúe, los reinvente o no sé cómo
llamarlo pero que, en definitiva, los arranque de esa vorágine repetitiva de
hacer conciertos conmemorando fechas, como el de Hyde Park de 2019, revisiones,
ediciones de lujo y más refritos que lo único que hacen, en mi humilde opinión es
abocarlos a una posición sin retorno.
Bloodflowers es por tanto, desde mi punto de
vista, un disco perfecto, editado en un momento certero y con enormes
posibilidades de evolución, con tres grandes singles (aunque no se publicó
ninguno): The last day of summer, la mejor canción sin duda, Watching me fall, más
de 11 minutos de canción, 100% Cure y Maybe someday, quizá la canción más
optimista del disco.
21 años han pasado desde que se publicó esta joya como un
todo, como un conjunto indivisible que probablemente sea incompatible con el
momento actual en el que se busca la inmediatez, individualidad de temas sin
estructura ni concepto y por supuesto la comercialidad.
¿Volveremos a ver un nuevo disco de The Cure? Sólo el tiempo
lo dirá. Lo que yo digo es que si llega a ocurrir, que sean valientes, que
evolucionen, que rompan con el pasado si es necesario. Los fans lo entenderemos.
Pues opino igual, Bloodflowers = Nostalgia. Disintegration seria tristeza, Faith depresion, y Pornography virulencia. The last day of summer es el gran tema del album, pero mi favorito es The loudest sound.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Sí, The Loudest sound también está muy bien. ES que todo el disco es genial. SAludos!
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