Jay Jay Johanson es un artista sueco que tuvo una formación
musical clásica. Ello le llevó a un conocimiento profundo de la estructura
musical que él redireccionó hacia la música electrónica y fructificó en su
primer álbum en plena explosión del Trip Hop a finales de los noventa,
siguiendo la estela de grupos de sonoridad melancólica como Portishead.
Jay Jay Johanson (y el Trip Hop en general) apostaron por
mezclar orquestación de tintes cinematográficos con ruidos electrónicos y
arreglos de todo tipo de cut and paste. Además, él llevó a cabo todavía una
mezcla más orgánica, introduciendo sonidos de jazz o bossa que aliñó con su
particular tono de voz, cálido y delicado, y a la vez clásico, como si fuese un
cantante de los años cincuenta.
Ya en el siglo XXI Jay Jay Johanson ha cambiado su imagen,
hacia una versión más ambigua y andrógina y ha decidido explorar el intimismo
que hay dentro de la electrónica más bailable.
Cuando el Trip Hop arrasó el final del siglo XX yo me quedé
con grupos más luminosos a los que luego sigo escuchando muchos años después,
como Hooverphonic, Thievery corporation o Lamb. Jay Jay Johanson estaba más
cercano a otros que me interesaron menos, como Tricky o Massive ATtack y por
eso en su momento me pasó más desapercibido.
Pero en 2020, y en pleno confinamiento he descubierto una
maravilla de álbum Kings Cross, un compendio de melodías electrónicas tranquilas,
letras elaboradas, sonidos misteriosos, tristes y conectados a otra dimensión
cercana a la bossa y al jazz. Además, colabora en una canción con Robin Guthrie,
miembro de Cocteau Twins que ya nos lanzó al excelso campo de la lírica
electrónica y onírica en los ochenta, y se nota su influencia.
Con Kings Cross me he reencontrado con un Jay Jay Johanson más
adulto, quizá menos naif de lo que me pareció en su paso por el Trip Hop y sin
duda con un músico de los pies a la cabeza.
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