Última tarde de Mayo. La fuerza del sol ya desciende.
Una taza Wedgwood de café con sabor a avellana. Mi bloc de dibujo y el esbozo
de lo que será mi próximo cuadro. En nuestra terraza Izan y Adrián terminan su
primer puzle de quinientas piezas y Laura devora las últimas páginas de un
libro. Se oye la magnificencia de la tranquilidad y el sosiego de la
naturaleza. Mi espíritu está calmo. En tan reducido espacio me rodea todo lo
que me importa y me hace feliz. No necesito más. Quiero quedarme este momento
para siempre.
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