Su condición de
escritora amateur, y casi desconocida, había cambiado sin entender muy
bien la razón, y su rostro y su vida comenzaba a ser motivo de tertulias y
comentarios en todo tipo de programas, incluyendo aquellos en los que se
trituraba y deglutía la vida de las personas sin importar lo más mínimo lo que
sucediera con ellas.
Concentró su
mirada. Se hundió en sus propias pupilas a través de la imagen que el espejo le
devolvía y se reafirmó, como hacía cada día, desde que decidió llevar a cabo su
tránsito.
Estaba segura de
que el presentador iba a incidir en su condición y era algo en lo que ella no
quería entrar. Su fama, su interés para el público, debía residir en sus
novelas, en su literatura y en su forma de contar historias. Pero temía que,
una actitud muy cortante o una negativa a responder ciertas preguntas sobre su
transición genital, aumentasen el morbo del que ella quería huir a toda costa.
Respiró
profundamente. Intuyó que se crearía un ambiente incómodo ante las mismas, porque
la radio en la que militaba Carlos Peña no solía ser muy tolerante con ciertos
avances sociales, pero ella ya había dado su ok a la entrevista y, por tanto,
no podía echarse atrás.
Se centraría en
la novela, en la historia que encerraba, en los pormenores que la empujaron a
escribirla, en plena pandemia por la COVID-19, durante el estricto aislamiento
al que estuvimos sometidos unos meses. Y haría gala de su buena mano para
trastear las preguntas incómodas, con elegancia y normalidad.
Eligió el vestido
rojo de lamé que le había regalado su novio cuando presentó la novela, los
zapatos a los que se subió la primera vez que se puso un tacón, y que
significaban mucho para ella como mujer, y se aplicó el mismo color de lápiz de
labios. Cuando estuvo lista para salir hacia la radio echó un último vistazo a
su aspecto y se sintió confiada y tranquila.
Carlos Peña
resultó ser mucho menos retrógrado de lo que ella había imaginado por cuanto
había escuchado en sus programas. Cuando se encontraron, tras darle dos besos,
él le regaló una sonrisa brillante y cargada de simpatía. Quizá, pensó Elvira,
había hecho una tormenta en una taza de té, y todo a priori, antes de conocer
al que sería su entrevistador.
Se sentaron en la
mesa de la radio y Carlos le indicó los tempos que tendría la
entrevista. Le ofreció un café y le regaló un piropo. Elvira lucía radiante y,
aunque segura de sí misma, estaba más nerviosa que él.
Faltaba un minuto
para entrar en directo en antena. Revisaron si estaban bien microfonados,
tomaron aire y…¡Sintonía!
«Hoy presentamos en La mañana de Carlos
a una escritora que ha triunfado en la última feria de Sant Jordi. Una mujer
espectacular que, con su segunda novela ha dejado obnubilados a los lectores
que la han descubierto y que hoy viene a contarnos qué la llevó a escribir una historia
tan impactante como la suya, titulada En cuerpo y alma, que
tendría que ser lectura obligatoria desde ya en todos los institutos».
Elvira tuvo que
obligarse a soltar el aire que había estado reteniendo mientras escuchaba la
presentación. Observó cómo Carlos le cogía brevemente su mano y la invitó a que
comenzase a hablar. Y entonces, sí, su relajación dio paso a su alma de
escritora.
Excelente.
ResponderEliminarMe gusta mucho Almadeescritora
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