Me sucedió en el FIB. Allí
estaba yo, flamante, botas de cuero, bermudas negras, camiseta de Sisters of
merci y pelo decolorado, casi platino. Sin barba por primera vez en cinco años,
completamente transformado para la ocasión de ver en directo a Jesus & Mary
Chain, nuestro grupo de culto al que ya habíamos venerado en Zaragoza. Como
teloneros actuaron varios grupos españoles: la sensual voz de La buena vida, el
sonido inglés de Automatics y, cómo no, el ininteligible cantar de J, de los Planetas,
que tantísimo éxito hubiera tenido de haber sabido vocalizar...
Mi carma extasiado en un
ambiente de modernidad, anonimato colectivo, sudor inmediato y excelso
alcoholismo. Mis tímpanos conectados en plena vibración con todos los músculos
de mi cuerpo. Dispuesto a perturbar mis sensaciones esa noche, ante el grupo
que mejor ha experimentado con el ruido, destilado melodías arrítmicas y tormentosas
desde lo más profundo del sonido distorsionado. Letras lánguidas, de contenido
oscuro, por momentos ocultas debido a la multiplicación de bajos y graves
esculpidos al máximo de la ingeniería sonora.
Mi consciencia abandonó mi
cuerpo. Flotó por encima de los miles de asistentes al velódromo de Benicàssim.
Buscaba algo sin yo saberlo. La sentí diluyéndose con la energía del recinto en
una unión mística molecular y se integró en un todo vibrando al mismo tiempo y
creando un micro cosmos en un momento.
Mi identidad musical
implosionó aquella noche. El deep house,
la música ambiental y la electrónica fueron exterminados por el ruido. La
distorsión de los riffs de guitarra,
unida al sonido analógico de la doble batería, descubrió recovecos de placer
ignoto y sorprendente que me llevaron, años después a su sublimación en Mogwai.
Y aquí estoy, esta vez en el
Sonar, disfrutando de la banda escocesa, quien me recuerda aquella noche, hace
doce años. Ahora los modernos le llaman post-rock pero eso no existe, ya que
todos los sonidos actuales lo son. Mogwai es mucho más, es la sublimación
sonora del ruido, la melodía, el ambiente y la distorsión. Es la hostia.
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