http://letrasconarte.es.tl/FALLO-AFRODITA-Y-EROS-II.htm
Os dejo aquí el relato por si os apetece leerlo
Comenzaban las rebajas en
la tienda en la que Pablo era comprador habitual. Moreno, de ojos verdes, musculatura
voluminosa y dos metros de altura, su labia de adjetivo locuaz le permitía
tener sexo sin dificultad.
Aquella tarde, se había
levantado de la siesta empalmado pensando en la dependienta morena y melena
larga. Era muy atractiva, ojos azul claro y labios siliconados. El uniforme de
verano le realzaba un culo prieto y los dos últimos botones del top que ella dejaba desabrochados desembocaban
en un canalillo de vicio. Sus miradas se habían mantenido ya en varias
ocasiones, lo que le indicaba que ella mostraba interés por él.
Así que decidió pasar por
la tienda. Cuando llegó acudió a los probadores. Ella estaba allí. Le miró descaradamente
las tetas y se introdujo en el último. Cuando la vio aparecer se puso de
espaldas mostrando su culo y su espalda fornida y comenzó a bajarse el pantalón
lentamente. Dejó su slip azul celeste sin quitar y cuando fue a bajarlo decidió
girar la cabeza para comprobar si ella estaba mirándole.
Sus ojos no llegaron a
encontrarse pero la vio que hacía como si estuviera recogiendo prendas del
probador de enfrente. Pablo estaba ya completamente duro. Se volvió de lado y
actuó como si ella no estuviera allí. Se bajó el slip hasta la rodilla, dejando
su miembro, completamente erecto al descubierto. Se lo agarró con la derecha y
fue abriendo la cortina.
La sorprendió sentada en
frente. Pablo se puso a cien. Le pidió que se acariciase las tetas. Ella le
obedeció. Después se desnudó mostrando un diminuto tanga. Pablo cruzó el
pasillo y lanzó su lengua a los pezones. Ambos habían perdido por completo el
control y no parecían darse cuenta de que en cualquier momento podía entrar alguien.
A la chica le sonó el teléfono y le pidió que la siguiera hasta el almacén. Se
adentraron casi desnudos y cerraron por dentro.
Ya en el suelo, dirigió
su boca al pubis rasurado y trabajó con ahínco su botón de placer. Cuando los
gemidos terminaron, adelantó su cuerpo y le ofreció su sable. Ella le llevó al
límite de la eyaculación en un orgasmo incontrolado. Tras la descarga de
placer, quedaron tumbados en el suelo, exhaustos.
Cuando despertaron eran de
madrugada. El centro comercial estaba cerrado y decidieron disfrutar, esta vez ya
sí, sin estrecheces del placer mutuo y la lujuria.
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