Ya lo decía una rotunda canción de Robert Smith (The Cure), The last days of summer, (los últimos
días de verano) suponen reflexión, melancolía y añoranza de los buenos momentos
veraniegos vividos.
Ha sido éste un verano de vértigo, lleno de sentimientos
opuestos. Los más tristes motivados por una pérdida y los más felices por la
consecución de un sueño.
Días calurosos que se han nutrido de visitas propias,
familiares, también de otras efímeras que apenas quedarán como recuerdo lejano,
y hemos alimentado a la par, a otros hogares y amigos con las nuestras.
Sorpresas de ambos signos. Situaciones vividas que, por
inesperadas, eran casi inverosímiles y que, a pesar de todo, se han producido.
Lo han significado tanto que nos han hecho reflexionar sobre lo corta que es la
vida, lo importante que se hace intensificar el presente de nuestra existencia
y relativizar el futuro, sobre todo el lejano.
Esa melancolía que ahora nos acecha porque los días se acortan
y la temperatura comienza a subir, las piscinas se van tornando menos
transparentes y las playas se vacían de personas y sobre todo de sentimientos, no
puede vencer, sin embargo los mágicos recuerdos de la cotidianidad vivida en
este verano. De las pequeñas e irrelevantes diatribas que nuestros pequeños nos
han hecho padecer y disfrutar. También nuestros mayores. Y el placer mutuo que
han experimentado las dos generaciones alternas. De ese placer inconmensurable
que es disponer de tiempo. Tiempo para hacer… sí, tiempo para disfrutar del
tiempo.
Y cuando llega Septiembre, azaroso, recto y castaño,
comienzan un montón de proyectos vitales, se renuevan las ilusiones por el
nuevo curso, se olvida, casi de repente, el fantástico verano vivido y se
piensa ya en las próximas reuniones familiares para las que todavía faltan
meses.
Sí, Septiembre es el mes en el que nos acordamos de aquel
verano vivido. Parece que fue aquel y sin embargo apenas termina de acabar. Y
es por ese comienzo de su final por el que conseguimos finalmente sobreponernos
a la melancolía y disfrutar de las tonalidades otoñales tostadas, los
amaneceres sanguinos y las noches sin grillos.