martes, 31 de agosto de 2021

Que 20 años no es nada...para Afganistán

 

Pues así lo decía el tango de Gardel. Y lo tenemos que unir con el refrán español que dice aquello de… “lo que mal comienza, mal acaba”.

No es que quiera ir yo ahora de entendido en geopolítica internacional, Dios me valga. Pero claro, escuchando y leyendo las noticias diarias de Afganistán, se le ponen a uno las pieles de gallina. Y siempre que eso sucede, me pregunto qué hay detrás, qué sucede para que una situación tan alejada de mi realidad me afecte de forma tan virulenta.

Nunca he visitado Afganistán, pero sí sus vecinos: Pakistán y sobre todo Irán.  Y he convivido y entendido (al menos en la corteza) lo que un régimen teocrático significa. Y lo que significa es que no hay nada más que hablar. Quiero decir, que lo que gobierna o gobernará el país (teóricamente) es la palabra de Dios (del suyo en este caso) y como tal, es irrefutable y no se puede discutir. Por tanto si la ley de su Dios dice que esto es blanco, esto es y será siempre blanco y no hay humano que lo pueda refutar.

La teocracia, por tanto, es la primera pata del problema.

La segunda, por supuesto es el imperialismo yanki. Ya sé que es muy de progre barato decir esto de que es horrible que “América”, maldenominando a Estados Unidos, quiere ser la policía del mundo y bla bla bla. Pero en realidad, el desastre de Afganistán comenzó con la invasión de EEUU allá por 2001. ¿A cuenta de qué se hizo? En su día se nos vendió como una operación para acabar con el mal llamado terrorismo islamista o yihadista. Luego se vio que no sirvió para ello y ahora se nos dice que en realidad nunca se quiso construir o reconstruir un país a través de la democracia, después de veinte años de mirar para otro lado. En mi opinión, ni tendrían que haber invadido Afganistán ni por supuesto se tendrían que haber ido ahora como lo han hecho, pero lo hecho, hecho está.

La tercera pata del problema, más importante en mi opinión y que poco se comenta, es el propio “pseudosistema” de Afganistán, corrupto, anquilosado en los ancestros, sin ningún interés por los valores como la solidaridad para con sus ciudadanos o la ambición de progreso, apoyándose en ese direte de que eso es querer occidentalizarlos. O sea, la visión de burro que solo ve al frente y no quiere abrir su mente. ¿Qué ha pasado durante 20 años de presencia de tropas extranjeras (de muchos países) en Afganistán? ¿Para qué han servido los miles de millones de euros invertidos? Desde luego, habrá proyectos en provincias alejadas de Kabul que habrán llevado la vida y el desarrollo, no lo dudo, pero también han servido para enriquecer a un mal llamado gobierno, como digo corrupto, cobarde y sin principios. ¿Ha pillado de sorpresa que el gobierno montado allí era así? Obvio que no. Todos lo sabían. ¿Por qué no se hacía nada? Porque había negocios, ventas, exportaciones, extracción de materias primas y, sobre todo, opio. ¡Qué más daba si unos cuantos cutres se enriquecían a costa de unos cientos de miles de dólares? Lamentable.

Y para terminar, la mal llamada y ansiada “democracia”. Ha quedado “archidemostrado” como les suelo decir yo a mis hijos adolescentes y repetido por ellos con ironía, que la democracia no sirve para cualquier país. Ahí están todas las revoluciones y primaveras árabes. Todas fracasadas: Egipto (un desastre), Yemen (ni os cuento), Túnez (fatal), Iran (con los tanques en las calles de Teherán), Siria… en guerra desde entonces, una guerra en la que ya nadie entiende quién lucha contra quién. No. No es ni siquiera políticamente incorrecto decir que hay países que necesitan otra cosa. No la democracia. No saben vivir en democracia porque la democracia está formada por derechos y obligaciones. Y eso no cuadra en absoluto. Y lo queramos o no entender, hay sociedades que tardarán decenios por no decir centenios en evolucionar hasta una sociedad más plural, igualitaria, inclusiva y solidaria. Ahora viene cuando me ponéis a caldo, pero lo siento. He sido testigo en primera persona de esos intentos de primaveras árabes y el fracaso estrepitoso por intentar construir una cosa hiperartificial y desde luego, alejada de lo que entendemos en Europa por democracia han sido un total fracaso. Es más, diría que un retroceso.

Pues ahí está Afganistán, retrocediendo al medievo, país que fue cuna de civilizaciones es ahora agujero de la misma. Lamentable y, me temo, que inevitable durante los próximos años y decenios.

Y sí, a todos nos parece terrible la situación… o no. A todos no. El gobierno chino ya dijo el primer día de llegada de los talibanes que mantendría sus posiciones de inversión y relación. Por supuesto, otros muchos países, Rusia, Irán, Pakistán… lo harán. Bastará un mínimo reconocimiento internacional del nuevo régimen para que no dentro de tanto tiempo, la Unión Europea esté sentada en una mesa de negociación con ellos y, aun digo más, el propio gobierno Estadounidense.

Y es que, como decía aquel catalán, la pela es la pela. El puto dinero, vamos. Cuando hay negocio, y en Afganistán hay muuuucho negocio por hacer, ¿a quién le importa Dios, la mujer, el bienestar o la libertad? Y un pimiento. Lo primero, por encima de todo, desde fuera, claro, es la pasta.

Termino esta reflexión con otro lamento, el de la ola de refugiados que se va a generar y que nadie va a querer recibir. ¿Por qué? Por lo mismo. Porque no es negocio. Es así de crudo y lamentable. Es el mundo en que vivimos y lamentablemente, nadie lo va a cambiar.

Soy así de pesimista con las cuestiones macro… ¡qué le voy a hacer!

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