CAPÍTULO 0
14 de septiembre de 2008
La ambulancia había resultado menos
dañada, pues la colisión se produjo en su lateral delantero derecho. La
geometría del choque hizo que parte del morro de la misma resultara chafado, y
que la rueda delantera derecha reventase. Ello ocasionó una pérdida de control
del vehículo y, tras varios bandazos, terminó volcada y en dirección opuesta a
la que circulaba. Su conductor y el auxiliar sanitario que iba de copiloto
quedaron inconscientes. Cuando el vehículo se detuvo tras el impacto, se abrió
la puerta trasera y salió un enfermero portando una especie de nevera, similar
a la que se utiliza para llevar las bebidas refrigeradas cuando se va de
camping.
Bajó al suelo algo aturdido. Miró a un
lado y a otro y buscó con cara de angustia un coche que estuviera cerca del
accidente.
Ismael se había detenido en el semáforo
anterior, en dirección opuesta por la avenida de Fernando el Católico. Tras
presenciar el accidente, y como otros muchos conductores habían hecho también,
detuvo su Lexus y descendió para ver si podía ayudar. Tan pronto dirigió su
mirada hacia el lugar de la colisión, observó a aquel enfermero que bajaba de
la ambulancia pareciendo buscar algo o a alguien.
Sus miradas se cruzaron y el enfermero le
hizo una seña con la mano con cierta vehemencia y se dirigió hacia él sin
esperar ni un segundo. Corrió por encima de los cristales entre el ir y venir
de la gente, como si no le importase lo ocurrido a sus compañeros de vehículo o
al otro conductor y comenzó a hablarle a gritos. Ismael se quedó atónito.
—¡Necesito llegar con urgencia al
aeropuerto. Antes de treinta minutos debo estar subiendo a un avión! ¿Podrías
llevarme por favor? —le preguntó a Ismael.
— ¿Te encuentras bien? ¿No has resultado
herido?
—Estoy bien. Insisto, es muy urgente que
alguien me lleve al aeropuerto. Aquí llevo un corazón para un trasplante. La
ambulancia venía del hospital la MAZ, donde ha sido extraído a una persona que falleció
esta mañana y nos han informado de que hay un paciente compatible en Vigo. Pero
disponemos únicamente de cinco horas de vida útil desde que se obtuvo y ya
hemos consumido dos. Hay un avión esperando en el aeropuerto para llevarlo de
urgencia, pero si no llego en treinta minutos no será posible realizarlo
—explicó el enfermero.
—La verdad es que me dirigía a coger un
tren hacia Barcelona. Tengo una reunión muy importante a final de la mañana en
Bruselas y si te llevo lo voy a perder.
Ismael tomó una decisión instintiva en un
segundo, sin razonarla y le invitó a subir. Dio media vuelta a su coche y se encaminó
a la salida de Zaragoza que se dirigía al aeropuerto. Faltaba una hora y media
para que saliera su tren, así que si la suerte le acompañaba todavía podría
cogerlo.
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