Teletransportín vivía en la zona este
de la gran república de Imagenio. Su vida era rutinaria. Por las mañanas, después
de levantarse temprano para mirar las noticias, preparaba su estrategia de
comunicación. Elaboraba una compleja hoja de ruta gracias a la cual su existencia
podría ser conocida en el destino final. Una vez que tenía claro adonde
dirigirse, procedía al envío del paquete de información por las tres vías
disponibles: La sensorial, con la
que accedía a un alto porcentaje de la población mundial. La electrónica, que lo mostraría en las terminales y pantallas de
todo el mundo, y la ideográfica, la
más difícil pues suponía materializarse desde el mundo de las ideas al mundo
físico que habitaban los humanos.
Cada día seguía la misma secuencia,
convencido de que algún día, cada vez más próximo, sería descubierto por una
mente brillante, como les había sucedido ya a otros muchos compañeros de sección.
Sin embargo, los años pasaban y
presenciaba con tristeza cómo su amigo, el Bosón de Higgs se marchaba con un
enorme revuelo científico. También le habían dejado en los últimos meses el
motor de iones de Xenon, que la Nasa había extraído de Imagenio con
mucha discreción y el Levitron, que se había utilizado
para los trenes bala que permitía velocidades límite al no haber contacto
físico con los raíles.
Todos los compañeros que habían
transcendido del mundo de los inventos al real, habían sido presentados como
grandes aportaciones del ser humano. Nadie sabía que en realidad, ellos, los
inventos, existían desde hacía milenios en Imagenio, el mundo al que solamente
las mentes superdotadas podían acceder.
En una ocasión estuvo a punto de poder
establecer un vínculo con la Tierra. Fue en 1943. El navío de nombre Eldridge
llevó a cabo un intento de teletransportación. Desaparció de la vista de la armada
estadounidense en Philadelphia durante unas horas y un marinero declaró haberlo
visto a seiscientos kilómetros de distancia pero el barco regresó a ser visible
en Philadelphia pasado ese tiempo. Teletransportín envió información a
raudales, deseoso de que alguna de las mentes involucradas en el proyecto
contactasen con él pero al final, no pudo ser.
Pero hoy, en el año 2016, su esperanza ha aumentado de forma
desmesurada. Hay dos investigadores chinos, Tongcang Li y Zhang-qi Yin que han
propuesto teletransportar la memoria cuántica de un organismo vivo a otro.
Aunque los han tildado de locos, Teletransportín por fin sabe que evolucionará
al mundo real, ya que esa es justamente la puerta que había que abrir para
conseguir llegar a él.
Así que ha echado un vistazo a su alrededor y se ha despedido de sus
compañeros de sección, de Ordenadorcuántico, que también está ya preparando sus
maletas, de Estructuracerebral, que ve su momento aún muy lejano y en especial
de su amigo Agujeronegro, con quien pronto se reunirá en la Tierra, bien sea
utilizándolo a él o de forma autosuficiente, viajando a su propio través.
¡Mira que tocarle un par de chinos! Con lo a gusto que habría llegado a
California…
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