¡Qué pena!
Sólo quedan dos días para que termine la Navidad. Con lo bien que se está
recibiendo visitas y teniendo los regalos alrededor. Mira que cada año me pasa
lo mismo y no termino de acostumbrarme. Me ilusiono cuando nos acercamos a la
última semana de diciembre, porque todo se engalana con bolitas, estrellas y
cintas brillantes. Me arreglo como nunca para esas fechas y me gusta mucho
escuchar villancicos. Aunque fuera de casa hace mucho frío, en el salón se está
muy a gusto, cerca de la chimenea. Y, a lo que me doy cuenta, han pasado las
dos semanas de vacaciones y vuelvo a mi rutina, aburrida y tediosa.
Este año ha
sido especial. Cuando montaron el árbol y prepararon toda la casa lo hicieron
con la ayuda de Marc, el pequeñajo que llegó a la familia hace solo dos años.
Estas navidades ya se ha hecho mozo y ha estado colgando adornos y muñecolates.
Le gusta mucho jugar conmigo y yo me lo paso pipa viendo sus travesuras.
En
Nochebuena, después de la cena, llegó el tío de Marc disfrazado de Papá Noel y
el niño quedó entusiasmado. Le trajo muchos regalos, entre ellos una peonza con
luces que gira y gira sin cesar. También algunos para sus papis, Joel y Mara
que tenía un sobre dirigido a ella. Lo abrió, curiosa, y encontró un documento
que no entendió al principio. Miró a Joel, luego al documento y le preguntó.
¿Es lo que creo que es? Por supuesto, le contestó él y se dieron un abrazo
enorme. Pero léelo le animó. Mara leyó en voz alta. Se trataba del contrato de
compraventa de su nueva vivienda en Edimburgo, adonde se mudarían nada más
terminar las navidades. El segundo documento que estaba pegado al primero era
la confirmación de la venta de la casa donde vivimos, a una familia de Qatar
que ha venido a vivir a España. El acuerdo es dejarlo todo tal cual, incluyendo
menaje, muebles y decoración.
Se les ve
felices y con muchas ganas del cambio. Pero, un momento, caigo en la cuenta, ha
dicho “decoración”. No puede ser, no serán capaces de dejarme aquí. Llevo con
ellos desde su viaje de novios, cuando me compraron en el mercadillo navideño
de Bruselas. No, no, no. Quiero mudarme también pero, debo ser realista. Un
muñeco de nieve de escayola de un metro de alto no es fácil de transportar en
una maleta.
Y, me
pregunto, ¿estos de Qatar celebrarán la Navidad?