Sí, eso parece. No hemos estado acertados. Mira que teníamos suficiente
información online, televisiva, en periódicos y radios de todo el país. Días y
días plagados de noticias y propuestas relativas a tantos temas desaprovechados
al fin. Tendríamos que haber estudiado más y no haber sido tan vagos. El
ingente esfuerzo de muchas personas que han dedicado todo su tiempo a que
supiéramos cuanto era necesario y pudiéramos analizarlo con la conciencia clara
ha sido en vano.
¿Y ahora qué? ¿Qué se supone que deberían hacer con nosotros?
¿Darnos otra oportunidad? ¿O tal vez condenarnos al desgobierno al que nos hemos
auto conducido? Si llega la nueva consulta, ¿vamos a ser tan pusilánimes que
vamos a cambiar nuestro voto y a elegir esa bicoca que llaman el voto útil? ¿O
vamos a mantener nuestras convicciones y a votar lo mismo?
¡Hay que ver! Pobres españolitos mentecatos. Nos creemos
grandes demócratas, con décadas de libertad a nuestras espaldas y mirad lo que
hemos conseguido. Las ausencias calculadas del expresidente, las luchas contra
propios y ajenos del aspirante, los egos del que se puso de moda, la ambición
de primerizos desinflados tras las elecciones y el ninguneo a los minoritarios
con una ley electoral injusta.
Ninguno de nuestros estudiados líderes de curriculum ha estado a la altura. Es, en
definitiva, lo que nos merecemos, porque no creamos que somos mejores que
ellos.
La indignación sedada por la rutina de la corrupción se ha
instaurado en nuestra cotidianidad y la piel se nos ha engordado tanto que nos
da igual.
Si nos preguntamos con sinceridad estoy seguro de que podemos
encontrar en nuestro interior un pequeño corrupto, que esquiva el pago de un
IVA en un arreglito de su casa, o acepta un enchufe de algún conocido que tenga
en un puesto relevante.
También portamos, como no, un pequeño líder intransigente que
quiere imponer sus propias convicciones, véanse reuniones familiares y de
vecinos…
Lo peor es que guardamos íntimamente un indignado más. Uno
que pasa. Ese que ve las tertulias en las que se critica la corrupción y la
indecencia política, que se indigna, que gesticula y aborrece lo que ve y oye desde
el sofá de su casa, pero que luego nunca participa en nada que contribuya a
cambiarlo. Que no cree en la política en definitiva. Si me apuras, y tiene un plan mejor, ni
siquiera va a votar, total, todos son iguales…
¿Qué podíamos esperar si somos en realidad tan mediocres?
Pues lo que tenemos: unos políticos mediocres, que desconocen el significado de
la palabra democracia, y son incapaces de ceder áreas de su “supuesto” programa
político en aras de un entendimiento bajo la premisa de que eso significaría
“traicionar a sus votantes”. Que son incapaces de poner perspectiva a sus
decisiones, a largo plazo, de imponer el interés general por encima de
partidismos y personalismos. Esto último
lo podría haber evitado en este texto porque la que lo ha dicho una ex lideresa
de Madrid me da mucha grima, pero en fin… ya que lo he dicho lo mantengo, para
no desdecirme como nuestros políticos.
Hola, me llamo Francisco Pérez y soy mediocre. Nunca he ido a
defender a una víctima en un lanzamiento ejecutado por una entidad bancaria, ni
he acogido a un indigente en mi casa una noche de frío. Tampoco he denunciado
corruptelas de entretiempo para no tener que lidiar con la justicia y por
supuesto he intentado pagar cuanto menos IVA mejor. Al menos sí he ido siempre
a votar, con mis convicciones, a veces contradictorias, y otras certeras.
Mi mediocre participación política es, sin embargo de alta
calidad si la comparo con la mayoría de los españoles, quienes ni siquiera se
hacen este planteamiento. Ello me lleva a pensar que será difícil cambiar la
sociedad española y, que hasta que eso suceda, tampoco lo harán nuestros
políticos.
Quiero ser un iniciador, una chispa en el océano de millones
de españoles y yo, insignificante en tal magnitud voy a crear un cambio en mi
activismo político y en mi implicación con el país en el que vivo.
Hoy quiero defender el NO. No señores, no nos hemos
equivocado. No nos vengan con la milonga del miedo, de la conveniencia de la
gran coalición, del poder ilimitado de los mercados, de la sacrosanta economía
y de las dos Españas. El resultado de las elecciones es lo que hemos decidido y
es potestad de la política con mayúsculas que así sea. Déjense de titulares y
postureos, de hacerse los auténticos y de reunirse para decidir que se volverán
a reunir. Abandonen tanta mandanga y formen gobierno de una vez que sea como
sea lo que se conforme, saldremos adelante coño, que estamos en el siglo XXI.
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