El concierto se
plantea como se llevaban acabo en el sentido académico del siglo XVIII.
La orquesta,
compuesta por 30 músicos vestidos de época, con pelucas y maquillaje aumenta
ese espíritu por la vuelta al clasicismo de la época dorada de la música y en
conjunto se consigue una experiencia inmersiva.
Desafortunadamente,
hubo también una parte de masificación turística, en referencia a la gran
afluencia de público. más motivada en mi opinión, por una curiosidad turística,
como quien va a ver una estatua o un edificio, que por la música en sí misma.
Como ejemplo de esto que digo, una fila de ciudadanos orientales, sentados
detrás de mí. no dejaron de hablar en todo el concierto… inaudito en un
concierto de clásica intentando hacer fotos todo el rato.
Después de un
receso, la orquesta continuó con obras mucho más conocidas, conciertos para
violín, flauta, trompeta e incluyó joyas como El Danubio Azul o la célebre
Marcha Radetzky, con participación de los aplausos del público (como se hace en
el concierto de año nuevo).
Para mí fue una
experiencia que se quedó a medio camino. Quiero decir que no ofreció la majestuosidad
de un concierto de una orquesta filarmónica, mucho más compacta y de sonido más
completo, pero la escenografía, el talante de los músicos y la complicidad con
el público suplieron esa falta de grandiosidad y transformaron el concierto en
otra cosa, una experiencia que disfruté en el corazón de la música clásica
europea.
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