O sea, no me gustan los “megustan” falsos.
Quiero decir que partiendo de que todo lo que pasa en las
redes sociales deberíamos ponerlo muy entre paréntesis, llevo un tiempo
observando que hay muchos “likes” de pacotilla. O dicho de otro modo, dar un
pulgar hacia arriba es muy simple, no cuesta tiempo, no implica nada, menos aún
te obliga y realmente es algo por completo vacío de contenido e intención.
He empezado a ser muy selectivo con mis propios “likes”. Y a
“deslikear” algunos dados, una vez analizado el porqué lo di.
¿Para qué sirve que yo señale esa opción en un post de Facebook
o Instagram de unos de mis “amigos virtuales”? ¿Qué quiero decir cuando lo selecciono?
¿Que me gusta sin más? ¿Que estoy de acuerdo con ello? ¿Que me parece
interesante? ¿Que comulgo con la doctrina que implica lo que dice el post? ¿Nada
de todo ello sino simplemente se lo doy para que la persona que lo reciba vea
que le he dado al like y entonces, espero, ella me dé a mi post uno en
algún momento? ¿Quid pro quo virtual?
Vacuidad absoluta, esa es mi opinión.
Vacuidad, superficialidad e indiferencia. Yo creo que eso es
lo que esconde el 95% de las interacciones en nuestras redes sociales.
¿Por qué no somos más sinceros? ¿Por qué no acompañamos el like
o el pulgar hacia arriba de un comentario real, sobre lo que realmente
pensamos? Like, me gusta mucho lo que has dicho, estoy de acuerdo en
tu opinión aunque opino que también podría haber otro punto de vista que quizá
no has considerado, este, y entonces lo explicas, por ejemplo.
O tal vez, Like: tu foto es genial aunque imagino
que habrás estado un par de horas preparando el escenario porque me parece totalmente
irreal y artificial la supuesta pose “casual” que has conseguido.
Quizá, Like pero a tu concierto no voy ni loco porque: 1,
me da una pereza enorme aunque espero que vaya mucha gente (no tan perezosa
como yo);2, realmente no te suelo escuchar porque no me gusta tu música aunque
tú me caigas bien pero no sé cómo decírtelo para que no te siente mal; 3, todo
aquello que implique más allá del segundo que utilizo en darte un supuesto
apoyo virtual no me interesa.
Si analizamos realmente nuestros propios “me gusta”, los que
damos a aquellos a quienes seguimos ¿podemos asegurar que realmente nos
implicaríamos de forma real (material) tanto como lo hacemos de forma virtual? Si
yo pongo uno a una exposición de cuadros, o a la salida a la venta de un disco
o a la publicación de un libro o al estreno de una obra de teatro ¿quiere decir
que voy a secundarlo con mi presencia física o apoyo material a cada proyecto? ¿O
simplemente acalla mi conciencia virtual, esa que nos hemos autoimpuesto para supuestamente
hacer como que seguimos muy de cerca a nuestros amigos virtuales, y luego sigo
con mi vida, con lo que esté haciendo?
Es para reflexionar, en mi opinión. Analizar qué porcentaje
de nuestra actividad virtual en redes sociales e interacciones virtuales tiene
luego continuidad en nuestra vida real.
¿Realmente puedo tener 500 amigos en Facebook? Cuando
publico algo en cualquier red social y obtengo 40 “me gustas” ¿realmente le
gusta a las 40 personas que lo han visto? ¿En serio? No lo creo. Creo más bien
que seguimos una inercia artificial e inmaterial que nos permite seguir con
nuestras rutinas familiares y personales, en nuestro sofá, mientras hacemos la
comida o viajamos o escuchamos música sin más obligación que la de la
inmediatez de algo que a posteriori raramente recordaremos y que, posiblemente,
ignoremos en un futuro más que inmediato.
Vacuidad, indiferencia, inmediatez, de carácter efímero e
irrelevante. Y entonces ¿para qué tanto me gusta? ¿Qué alimentan los “likes”?
Nuestro ego virtual, tal vez. O nuestra supuesta clasificación virtual en una
escala redsocialenca que parece que todos sigamos.
El absurdo de lo innecesario, de lo vacuo y de lo ficticio.
Eso es para mí lo que tantos “fake likes” significan.
Apuesto por la vuelta al realismo, a la cultura “slow”, a la
charla real, cara a cara, a la sinceridad entre amigos que entienden la
diferencia de criterio, a la autenticidad y a las redes reales, tangibles y vivenciales.
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