Retornar con El
Italiano ha sido un reto que además comenzó dificultoso porque el comienzo
de la novela es, en mi opinión, un poco lento y aburrido. Demasiada
ambientación y puesta en escena del momento en la bahía de Algeciras en el que
tuvieron lugar los acontecimientos.
Creo que es
cuando Arturo hace transfoco, y pasa del angular grande, de la gran recreación,
al foco pequeño, centrándose en la trama de espionaje en la que participa
Elena, cuando la novela adquiere todo su interés y te engancha. Al menos a mí
así me ha sucedido. Y entonces sí, entonces vuelvo al Pérez Reverte que me
atrapó a mis veinte y que me hacía leer sus novelas con mucho interés.
El italiano es una novela que me ha hecho pasar desde
la indiferencia inicial, por no decir del aburrimiento al creciente interés
para atraparme con una dosis de ternura y sentimentalismo y hacerme derramar
alguna lagrimilla, en la escena en la que el capitán del barco hundido se enfrenta
a los dos italianos.
Esa esa evolución
y transformación del tiempo narrativo lo que también me maravilla de Pérez
Reverte. Y también algo que me encanta como lector, los diálogos. Esta novela
está llena de diálogos audaces, dinámicos, en ocasiones silenciosos, que enriquecen
la trama, las escenas y que describen lo que sucede sin hacerlo, con el
imperativo de la palabra.
Ha sido un buen
comienzo de 2022, con una novela que termina en todo lo alto y que me ha
reconciliado con el autor.
Buena
recomendación para los lectores pacientes, que tendrán que llegar en torno a la
página 80 para que su interés crezca.
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