Páginas

viernes, 12 de agosto de 2022

La hija del relojero - mi crónica de lectura

Hace tres años leí esta misma novela de Kate Morton en inglés. Había leído toda su obra en castellano y me decidí a leerla en versión original. La experiencia no fue nada placentera, he de decir. Me pareció una lectura muy compleja, con un vocabulario demasiado elaborado para mi nivel de inglés y me costó muchísimo tiempo, esfuerzo y poco placer. Aún así me obligué a terminarlo y lo hice, pero estaba seguro de que me había dejado al menos un 50% de la trama perdida en el abismo entre mi lengua materna y la aprendida de adulto.

Así que hace un par de semanas decidí releerla, ahora sí en su traducción al castellano, y, una vez terminada, puedo decir que ahora comprendo la dificultad que sentí, ya que la novela es muy compleja, con saltos entre décadas, personajes que tienen relación generacional pero a quienes es difícil de unir, tramas paralelas y sucesos inconexos. Me ha parecido una novela sensacional pero muy compleja y eso, unido al lenguaje de Kate hicieron que no entendiera casi nada en inglés.

Para mí la joya de esta novela es la casa, Birchwood Manor, una mansión situada en el campo a orillas del Támesis, construida con refugios para sacerdotes en la época en que eran perseguidos, con una leyenda sobre niños desaparecidos, sobre presencias sobrenaturales, con una arquitectura preciosista, victoriana, con su tejado a dos aguas y su fantástico jardín. El escenario, la mansión, es la gema que hace relucir la novela, su trama, sus vivencias en diferentes generaciones y sus recuerdos y arte.

En el verano de 1862, un grupo de jóvenes artistas se reunieron en ella para pasar un mes durante el cual la inspiración y la creatividad les hiciese crear de forma libre. Una experiencia que sin duda debiera ser maravillosa cuando se comparte en juventud pero que, por los azares de la novela, terminó con una persona muerta y otra desaparecida.

Son los ejes fundamentales para una novela de misterio en la que la investigación tiene lugar desde el siglo XXI, por parte de una archivista que encuentra un bolso en una caja de la galería donde trabaja. Y ese bolso nos lleva 150 años atrás, a descubrir lo que sucedió en esa casa a lo largo de los años, de las personas que la heredaron, cómo la transformaron en escuela para señoritas, y cómo durante muchos años quedó abandonada, en silencio.

Pero no en solitario, porque alguien vivía allí. Es el misterio de la novela, la hija del relojero, Birdie Bell, narradora intermitente en esta novela compleja, entretenida, sobrecogedora y misteriosa con la que Kate Morton ha demostrado, en mi opinión, una plena madurez como narradora.

Para terminar mi post quiero poner en valor mi esfuerzo por leerme las 600 páginas de la novela en inglés con las que aprendí muchísimo vocabulario, expresiones y giros y entendí que el idioma original, el literario, es siempre más rico y barroco que su traducción.

¿Quién se atreve con The clockmaker’s daugther?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aguardo tus comentarios: