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sábado, 5 de febrero de 2022

Los años radicales - mi crónica de lectura


El motivo por el que decidí comprar y leer este libro de Alberto de la Rocha fue esta frase de la contraportada: Los años radicales también puede leerse como la crónica del Madrid de una época, los años setenta y ochenta del siglo pasado, y muestra el lado más salvaje de lo que se denominó la Movida.

Un notable acierto de marketing de la editorial (o de quien lo haya escrito) aunque no refleja en mi opinión para nada el contenido del libro.

La novela me ha encantado por ser una cruda y radiográfica descripción de una vida enganchado a la heroína. Sin duda es el reflejo de una parte de la sociedad de finales de los setenta y principios de los ochenta que cayó en el pozo de la droga, en la deshumanización de la dependencia y en los excesos asociados a ello, pero no hay en todo el texto ni una sola reseña musical o artística que pueda referir a que está narrando una época relacionada con la mal llamada Movida Madrileña.

Quiero decir, que su historia, potente, cruda, descarnada por momentos y tremendamente agridulce, la del pintor Eduardo Muñoz, la de su éxito y su bajada a los infiernos con la consiguiente pérdida de todo su entorno, de sus amigos, y en especial de su hermana, podría haber sucedido en 2022 en cualquier ciudad del mundo, o en 1995 en un pueblo o en cualquier otra época o lugar. No he reconocido en absoluto en la narración ni a Madrid, ni a esa época concreta denominada Movida.

Es muy interesante la forma en la que el autor nos acerca a lo más duro de la historia, la muerte por sobredosis de la hermana del protagonista y de todos sus demás amigos, a través de las sesiones de grabación que una modelo lleva a cabo para realizar su tesis doctoral. Es una forma de narración diferente, a través de una entrevista intermitente que se alterna con las sesiones de posado de ella ante el pintor para reflejar su retrato y en especial su llamativa cicatriz.

Sin embargo, no hay tensión sexual entre ellos, aunque a priori podría parecerlo o podría intuirse. Es más bien un interés mutuo, la adoración por esa cicatriz que le lleva a la necesidad de pintarla y la de ella por la carrera del pintor y por toda su experiencia vital y su salida de la heroína.

Los años radicales habla de la muerte con mucha normalidad. Seguramente porque los que la vivieron desde la perspectiva de la dependencia de la heroína la vivían así. Como un simple cambio de vivir a morir, sin tránsito, sin aspavientos. Simplemente se dejaba este mundo sin más. Y eso, ese acercamiento a la muerte, sí que me parece muy característico de una época de excesos que llegaron acompañados de la aparición del SIDA y del comienzo de la democracia.

Los años radicales me han dejado sin aliento por momentos. Yo no viví como espectador apenas esos años porque todavía era muy joven aunque posteriormente sí he leído crónicas y otras novelas que hablan de los años más duros de la heroína, del compartimiento de jeringuillas y de la muerte. Alberto de la Rocha consigue con su novela transportarnos a una época en la que el éxito y el exceso solían compartirse para todos aquellos que triunfaron exponencialmente y luego pasaron al olvido o se reciclaron como artistas postmodernos.

Eduardo Muñoz me ha resultado un personaje muy creíble, muy sufrido y muy vivido. Lo imagino intentando terminar su autorretrato, con motivo del premio que le han otorgado, y veo su incapacidad para llevarlo a cabo, su calvario interior recordando una época que le dejó huérfano de amigos. Lo he acompañado durante la lectura. He llorado con él y lo he comprendido, en cierta medida. Y es que, ¿por qué nos resulta, a veces, tan complicado saber quienes somos realmente?

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