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jueves, 10 de febrero de 2022

El jinete del silencio - mi crónica de lectura

Cuando terminé la lectura de La bruma verde, concluí que Gonzalo Giner era un gran escritor. Al menos un escritor que a mí me tocaba la fibra, que despertaba en mí sensaciones y sentimientos y que su narrativa me removía por dentro despertando en mí un enorme interés. Esto es básicamente lo que él mismo menciona como su objetivo al escribir al final de esta extensa novela que acabo de terminar: El jinete del silencio. Por lo tanto, y por lo que a mí se refiere, objetivo más que cumplido, Gonzalo.

El Jinete del silencio tiene para mí tres enormes atractivos:

El primero es el amor por los caballos. Se nota que es un tema que a su autor le apasiona. Intuyo que ya en su anterior novela, El sanador de caballos (que todavía no he leído) podrá atisbarse este mismo amor. Es fascinante la riqueza de detalles, descripciones e interacción que el autor aporta en todos los pasajes donde los caballos son protagonistas. Increíble como su conexión con Yago se hace tan importante, se convierte de hecho en el eje de la novela, y en la base de todo lo que sucede en ella, incluyendo las subtramas. Y también me ha resultado fascinante el hecho de cómo el arte puede nacer de ellos, la creación de la primera escuela ecuestre, la doctrina de la doma, el espectáculo que se crea a partir de ellos. Todo me ha resultado muy estimulante por desconocido para mí y por cómo Gonzalo lo ha tratado.

El segundo atractivo es sin duda Yago, su protagonista. Su autismo (Asperger diríamos en el siglo XXI), pero sobre todo la forma en que es descrito y tratado en el siglo XVI es sorprendente. ¡Qué afortunados somos todos por haber nacido en el siglo XX o XXI!, lejos de la superchería, de la incultura y de la maledicencia de la religión de siglos pasados! Es muy verosímil, dura y desoladora por momentos su vida pero sin duda muy realista de quien tuviese esa genética en los siglos del oscurantismo cristiano. Un diez por su apuesta como protagonista de este tema.

El tercer y más importante atractivo para mí como lector es, una vez más lo descubro en un libro, el buenismo. Sí, en la novela hay malos malísimos, personajes viles, que respiran el mal con mayúsculas, interesados, traidores, todo lo que se nos ocurra. Pero hay personajes muy buenos. Buenas personas. Que simplemente deciden ayudar a otra, a Yago, por ejemplo porque sí, por ningún motivo en concreto, porque la esencia del buenismo forma parte de sí mismos. Y qué bien que estos sean también personajes principales de una novela con tantas subtramas y evolución temporal. Muy bien.

Quiero comentar que en realidad no he “leído” esta novela. La he “escuchado” en la plataforma STorytel. Un viaje fascinante que me ha acompañado en mis largos viajes en coche, en mis caminatas y en mis ratos de descanso y se ha convertido en una pequeña bando sonora incidental de mi intimidad durante unos diez días. Ha sido, creo, aún más interesante disfrutarla de esta forma.

Ya se sabe que no hay dos sin tres, Gonzalo. Pronto te volveré a leer.

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