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domingo, 7 de febrero de 2021

El hijo del chófer - mi crónica de lectura

El 16 de septiembre de 2014, Jordi Pujol declaró en el Parlament de Catalunya: “Si se toca la rama de un árbol caerán todas”.

Esta frase, de enigmático mensaje y todos sus exabruptos de aquella declaración tan bronca, cobran todo el sentido tras terminar la lectura de la novela de Jordi Amat titulada El hijo del chófer.

Y es que a pesar de que las investigaciones de la policía, las acusaciones de la fiscalía, los millones descubiertos en cuentas opacas de Suiza, las causas en las que han sido imputados de una u otra forma los distintos miembros del clan Pujol así como la declaración de la Justicia que denominó a la Familia Pujol, como una organización que mezcló durante treinta años política y negocio, la mayor parte de todos sus miembros se ha ido hasta ahora de rositas.

Y este libro explica de forma didáctica y literaria cómo toda esa inmensa fortuna comenzó a fraguarse desde las operaciones presuntamente delictivas con las operaciones de divisa que realizó el padre, Florenci en los años cincuenta, gestionando el transporte de bolsas de billetes de cien pesetas a territorio marroquí para “supuesto blanqueo” en forma de otras divisas en cuentas opacas fuera de España.

El libro dedica una buena parte a la catástrofe que supuso el caso de Banca Catalana, del que obviamente Pujol salió indemne gracias a los tejemanejes de los políticos que en aquel momento pusieron en un lado de la balanza la necesidad de apoyar una determinada acción política en la renacida Cataluña y en el otro la necesidad de hacer justicia. Ya sabemos de qué lado se decantó. Eran los años de los diez millones de votos del PSOE y su adalid, Felipe González, también sabemos que tuvo excelentes relaciones con Jordi Pujol durante muchos años.

Pero El hijo del chófer no es, estrictamente hablando, un libro sobre Jordi Pujol y su prole, sino sobre Alfons Quintá, el periodista excéntrico, excesivo y sorprendentemente influyente que supo arrimarse en cada momento al abrigo que le convenía contraponiendo su interés personal y sus iras personales a todo aquello que pudiera mermarlo. Dueño de una carrera brillante que trascendió del comunismo antifranquista a la coetanidad del gobierno de Jordi Pujol pasando por su actividad como magistrado, Quintá es un personaje que resulta por momentos despreciable, egocéntrico y falto de toda moralidad. Y, sin embargo, parece ser que siempre tuvo apoyo político de uno u otro lado. Su ciclotimia y sus malas maneras, arbitrarias y dictatoriales en lo profesional y obsesivas con el sexo y con la comida en lo personal, no impidieron tener varios ciclos de éxito y fracaso en su vida, comenzando por llegar a ser director de TV3 y siguiendo con sus colaboraciones en El País y más tarde en El Observador.

Es sin duda, un personaje extraño, que estuvo muy cerca de los círculos de poder cristiano demócrata del nacionalismo catalán en los que se cocinaron las bases de la corrupción, el amiguismo, la sumisión de la política a los intereses económicos creados y, desde luego, a la defensa de la bandera catalana como antídoto para todo problema y razón de toda sinrazón.

Su final fue trágico, asesinato de su esposa y su propio suicidio, a modo de excéntrica escenificación de la vorágine en la que entró su vida en sus últimos años alejado ya del éxito periodístico y de su relación con el primer nivel político.

Quiero añadir que la forma en que Jordi Amat ha novelado esta historia puede parecer ambiciosa, demasiados temas y demasiados años cargados de hechos destacables en una novela relativamente corta. Lo creo así, y también en determinados momentos el número de personajes, cargos políticos, o personas relevantes del mundo del periodismo, con nombres y apellidos ha hecho difícil el seguimiento de la historia por la cantidad de información que ofrece. Aún así no desmerece. Me ha parecido una lectura muy interesante que ha estado a la altura de las expectativas que me había creado después de escuchar y leer comentarios de mucha gente sobre la novela.

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