Páginas

viernes, 10 de julio de 2020

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes - mi crónica de lectura


Llegué a esta novela tras escuchar y leer alabanzas de todo tipo y condición. El título es, en sí mismo ya, un reclamo para lanzarse a devorar esta novela, lo que unido a las recomendaciones que me habían llegado me convencieron para comprarla en Librería Noviembre, de Benicàssim.

Lo primero que sorprende de su lectura es la voz narrativa, en primera persona, a modo de diario o de confesión de su protagonista sobre el último verano que vivió con su madre. Su autora utiliza una forma diferente de narrar. Es fresca, divertida, desprejuiciada y directa en el mensaje con una enorme facilidad para componer párrafos complejos en su estructura, pero sencillos en su entendimiento. Consigue transmitir ideas simples mediante una arquitectura literaria singular, alternativa, diferente. Es complicado encontrar un adjetivo que describa fielmente la prosa de Tatiana Tibuleac porque se aparta de todo lo que uno ha leído hasta ahora y eso es, sin ninguna duda, un logro importantísimo. Ser diferente y singular es ser única y creo que es el principal activo de esta autora moldavo-rumana.

El segundo acierto de la novela es, en mi opinión como lector, el eje motor de los ojos de la madre del protagonista y cómo determinan las diferentes secciones de la novela a modo de puntos de referencia, otra singularidad y originalidad de la autora.

El tercer acierto, sin duda, es su comienzo. Un comienzo que te golpea, te lleva inmediatamente al odio para transcurrir después por la comprensión y terminar en la ternura.

Y toda esta maravilla, original, diferente y refrescante, tiene también lagunas que desconciertan un poco y que suscitan preguntas sin respuesta, en muchos casos: ¿por qué el protagonista odia tanto a su madre? ¿en qué momento se hizo pintor de fama internacional? ¿qué relación tenía con su hermana muerta? ¿Y Moira, qué es para él y cómo se relaciona con ella? ¿qué papel juega el psiquiatra al que acude Aleksy? O sea, hay muchas cuestiones de la historia que no se explican, que quedan al albur de cada lector, que no aportan cronología que lo explique o razones que lo justifiquen y por ello la narración te va saltando de momento a momento, pasado y presente, conflicto a conflicto, sin explicar por qué lo hace o para qué te conduce de uno a otro.

No consiguen, a pesar de todo, esas lagunas, que la propuesta narrativa de Tatiana Tibuleac pierda un ápice de interés pues la fuerza de sus aciertos es inmensamente superior a la resta de sus peros.

Leí esta novela en una tarde, de un tirón, atrapado por la singularidad de la misma. Y volvió a ocurrirme lo que en ciertos momentos de mi vida me ha sucedido, que es adoptar extrañas parejas binarias de lectura y música: En esta ocasión, acompañé esta novela con el último disco de Jay Jay Johanson, el músico sueco que triunfó durante la explosión del Trip Hop (recuerdo otra pareja sorprendente que fue en un verano adolescente en Belchite, El señor de los anillos + el LP debut de Basia (cantante polaca), London, Warsaw, Newyork).

Termino mi crónica de lectura, casi sin darme cuenta, con una sonrisa, síntoma incontrovertible de lo que he disfrutado.

2 comentarios:

  1. Hola, pues la verdad es que lo he tenido en las manos dos veces, en la biblioteca, y no me he decidido. Craso error, al parecer. Intentare enmendarlo en breve. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Yo creo que vale la pena. Es muy original. Un saludo!

    ResponderEliminar

Aguardo tus comentarios: