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jueves, 19 de agosto de 2021

Gracias por mirarme a los ojos cuando me hablas - cap. 0

 

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CAPÍTULO 0

14 de septiembre de 2008

 El choque lateral fue brutal. Un Audi A6 se saltó el semáforo en rojo de la calle Corona de Aragón y arrolló a la ambulancia que circulaba por el Paseo Fernando el Católico camino del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. La colisión generó un caos tal que todos los viandantes de las calles que conformaban ese cruce se detuvieron asustados. Miles de pequeños pedazos de cristal inundaron el asfalto y se oyeron gritos de dolor y llantos al ver el amasijo de hierros en que quedó el deportivo. El conductor que había originado el accidente seguía vivo aunque estaba atrapado. Algunos paseantes se acercaron a ayudarle pero parecía imposible sacarlo de la posición en que se encontraba. Alguien llamó al cuerpo de bomberos y a los pocos minutos se empezaron a oír las sirenas que se acercaban a toda prisa desde el Paseo de María Agustín.

La ambulancia había resultado menos dañada, pues la colisión se produjo en su lateral delantero derecho. La geometría del choque hizo que parte del morro de la misma resultara chafado, y que la rueda delantera derecha reventase. Ello ocasionó una pérdida de control del vehículo y, tras varios bandazos, terminó volcada y en dirección opuesta a la que circulaba. Su conductor y el auxiliar sanitario que iba de copiloto quedaron inconscientes. Cuando el vehículo se detuvo tras el impacto, se abrió la puerta trasera y salió un enfermero portando una especie de nevera, similar a la que se utiliza para llevar las bebidas refrigeradas cuando se va de camping.

Bajó al suelo algo aturdido. Miró a un lado y a otro y buscó con cara de angustia un coche que estuviera cerca del accidente.

Ismael se había detenido en el semáforo anterior, en dirección opuesta por la avenida de Fernando el Católico. Tras presenciar el accidente, y como otros muchos conductores habían hecho también, detuvo su Lexus y descendió para ver si podía ayudar. Tan pronto dirigió su mirada hacia el lugar de la colisión, observó a aquel enfermero que bajaba de la ambulancia pareciendo buscar algo o a alguien.

Sus miradas se cruzaron y el enfermero le hizo una seña con la mano con cierta vehemencia y se dirigió hacia él sin esperar ni un segundo. Corrió por encima de los cristales entre el ir y venir de la gente, como si no le importase lo ocurrido a sus compañeros de vehículo o al otro conductor y comenzó a hablarle a gritos. Ismael se quedó atónito.

—¡Necesito llegar con urgencia al aeropuerto. Antes de treinta minutos debo estar subiendo a un avión! ¿Podrías llevarme por favor? —le preguntó a Ismael.

— ¿Te encuentras bien? ¿No has resultado herido?

—Estoy bien. Insisto, es muy urgente que alguien me lleve al aeropuerto. Aquí llevo un corazón para un trasplante. La ambulancia venía del hospital la MAZ, donde ha sido extraído a una persona que falleció esta mañana y nos han informado de que hay un paciente compatible en Vigo. Pero disponemos únicamente de cinco horas de vida útil desde que se obtuvo y ya hemos consumido dos. Hay un avión esperando en el aeropuerto para llevarlo de urgencia, pero si no llego en treinta minutos no será posible realizarlo —explicó el enfermero.

—La verdad es que me dirigía a coger un tren hacia Barcelona. Tengo una reunión muy importante a final de la mañana en Bruselas y si te llevo lo voy a perder.

Ismael tomó una decisión instintiva en un segundo, sin razonarla y le invitó a subir. Dio media vuelta a su coche y se encaminó a la salida de Zaragoza que se dirigía al aeropuerto. Faltaba una hora y media para que saliera su tren, así que si la suerte le acompañaba todavía podría cogerlo.

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