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sábado, 10 de julio de 2021

La función que sale mal - Teatro Calderón (Madrid)

Última tarde de vacaciones. 37 grados en las calles de Madrid y muchas ganas de ver la función que tan buenas críticas ha recibido en los últimos tiempos. La primera maravilla, el Teatro Calderón, escenario en el que se representa. Vista privilegiada desde el palco número 9 desde el que observo el teatro lleno. Es evidente la necesidad y las ganas de los espectadores de acudir y de disfrutar de una buena obra. Y ésta, La función que sale mal, lo merece. Las críticas han sido generosas con ella y el éxito, arrollador. Estrenada en el West End de Londres en 2012, sigue triunfando, nueve años después con más de nueve millones de espectadores en su haber, que no es ninguna broma. En Madrid lleva ya dos años en cartel y hoy era el estreno en el Calderón, en un ambiente veraniego, tranquilo, feliz por la comunión que se extiende entre los asistentes.

El principio nos deja noqueados. Hay una pre-función en la que algunos de los actores interactúan e interpelan al público que participa, de algún modo, en la preparación del escenario. Muy divertido. Pero mucho más lo es el comienzo.

Nos quedamos paralizados ante una dramatización a camino entre el histrionismo de la gestualidad de las películas de cine mudo, la exacerbada verbalización de los actores declamando el texto (que por momentos parecen olvidar y por otros, les es chivado) y la paranoia desconcertante de un escenario que se cae a trozos junto con un argumento de lo más intrigante.

La obra cobra cuerpo, interés, esencia y desternillamiento al avanzar en su trama. La actuación de sus actores es soberbia, la de alguno de ellos especialmente disparatada, divertida, empática y desde luego sus exageraciones y su sobreactuación premeditada favorecen que el público estalle en una carcajada casi continua e hilarante.


Hay momentos especialmente brillantes, como cuando la protagonista es sustituida por la regidora, magnífica, o cuando el hermano del asesinado hiperactúa gestualmente, baila, mueve su no-perro o simplemente muere.

Por momentos, desconecto de lo que está sucediendo porque las lágrimas me caen a borbotones de la risa que me provoca una función como nunca antes había experimentado.

Hay un episodio en bucle, en el que la misma escena se repite de forma cada vez más acelerada hasta en cuatro ocasiones que termina en una espiral de caos, risa, carcajada y locura hiperdivertida.


La función que sale mal
tiene un no-título. Su resultado es fantástico, perfecto, divertido, único y perfecto para terminar unas vacaciones que han estado plagadas de momentos en familia, para recordar en los meses que vendrán. Una obra que, si gira por el resto de España no debéis perderos. Lo vais a pasar de fábula.

2 comentarios:

  1. Me encantaría ir a verla; tenemos intención de ir a Madrid en septiembre, imagino que segirá en cartel. El teatro es impresionante y si con él te ríes creo que el espectáculo tiene una dimensión muy satisfactoria, sales como nuevo. Gracias Fran por la recomendación.
    Abrzo

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