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domingo, 24 de enero de 2021

La verdad más profunda - mi crónica de lectura

Después de muchas lecturas de novela negra se llega a un punto en el que se tiene una cierta sensación de repetición. Es decir, el mismo tipo de argumento, similar desarrollo de la investigación, con los mismos flashbacks y aparición de noticias o pruebas sorprendentes, y estimado desenlace que, según la pericia del autor o autora, llega a ser más o menos predecible.

Ya he dicho en alguna ocasión que cada cierto número de novelas negras leídas necesito desintoxicarme y leer otro tipo de cosas para coger aire y retornar al género negro con igual placer.

Y eso es lo que hice con esta maravilla de Michael Koryta al que no había leído y que con su novela La verdad más profunda me ha convencido y ganado como lector.

Koryta posee unos antecedentes que ya lo anuncian como un buen escritor del género: Periodista e investigador privado, ha ganado multitud de premios y es considerado como uno de los más innovadores escritores de serie negra. Además, ha sido elogiado por otros monstruos de la literatura a quienes soy fiel, como Stephen King, Michael Connelly o Dean Koontz.

En esta novela un agente del FBI debe investigar un extraño crimen en un pequeño pueblo de Maine (que suena genial, pero es tanto como decir un Puertourraco nuestro), a la vez que se reencuentra con su expareja. Esto, que puede parecer baldío y repetitivo, se convierte en diferente. La confesión inicial que descubre todos los detalles del crimen y la ubicación de los cuerpos resulta no ser tan evidente como parecería de la confesa y ello enturbia toda la trama alejando al protagonista del caso y a nosotros, como lectores, de la línea recta que aparentemente hubiéramos decidido seguir en la resolución de este.

La maestría de Koryta es hacer una mezcla perfecta entre la ambición, la intriga, las drogas y el chantaje.

Una lectura fresca, por momentos divertida, muy entretenida que te hace cabalgar entre la necesidad de entendimiento de lo que está sucediendo y la evidencia de que nada es lo que parece.

Como he dicho antes, una maravilla para las frías tardes de enero.

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