Dolores Redondo ha sido calificada en no pocos foros
literarios de los auténticos, de forma despectiva, y seguramente llena de
envidia, como una “escritora comercial”.
Nunca he entendido que el adjetivo “comercial” se utilice de
forma peyorativa, cuando justamente quien lo utiliza, está deseando que su
propia obra (en el caso de ser un creador que no consigue llegar al público masivo)
alcance ese nivel.
El caso de Dolores es paradigmático porque saltó a la fama
del mundo literario con una maravilla de novela: El guardián invisible,
que atesoraba el germen de una trilogía redonda: La trilogía del Baztán. Yo en
seguida me lancé a su lectura y devoré las tres novelas por igual. Descubrir el
pirineo Navarro, Elizondo y todo el entorno donde transcurre la novela me llevó
a visitar el escenario de forma física. Pasé unos días en familia hace ya un
año en el valle de Elizondo y desde aquel momento quedé enamorado con el Pirineo
Navarro. Es, desde aquel momento, el lugar al que siempre quiero volver. Así que
este es mi primer agradecimiento a Dolores.
Mucho se ha escrito y hablado sobre las tres novelas. En mi
caso diré que unieron elementos de enorme interés para mí como lector: Intriga,
un escenario paradisíaco, una investigación inquietante y un trama compleja con
muchos coqueteos con el mundo esotérico.
Tuve mucha curiosidad por cómo sería su adaptación al cine.
Tantas veces nos llevamos una desilusión cuando las imágenes que nuestra mente
de lectores han creado no se corresponden con las que el director de cine ha
decidido para su película, que tenía mis dudas. Sin embargo, la primera
adaptación superó todos mis filtros. El guardián invisible, el primer film, nos
mostró una atmósfera densa, un bosque nutrido de vida y misterio, una
investigadora atípica, pero arraigada a su tierra de algún modo y una familia,
la de Mantecados Salazar que tenía muchos secretos. Creo que hay tres grandes
aciertos en esta primera película: La elección de la protagonista, Marta Etura,
una actriz a la que apenas conocía y que me ha convencido con su interpretación.
El entorno, el valle del Baztán que es “LA PELÍCULA” con mayúsculas y por
supuesto ese gran monstruo interpretativo que es Elvira Mínguez que engrandece
todo lo que toca.
El listón se puso muy alto para mí como espectador y ocurrió
lo que me temía, que Legado en los huesos (segunda adaptación),
sin apenas aparecer Elvira, me decepcionó. Me pareció una película mucho más
plana y sin apenas misterio.
Pero durante esta pandemia, la tercera adaptación, Ofrenda
a la tormenta, se ha estrenado en Netflix, estreno atípico que no nos
ha permitido disfrutarla en pantalla grande, aunque no ha sido obstáculo para quedar
rendidos a la maravilla que nos ha parecido. Me he rendido a la evidencia. La
película que cierra la trilogía es la más compleja por su trama, por su
investigación y la forma en la que cierra todos los cabos. Con ella he
conseguido llegar a un nivel de apasionamiento muy similar al que tuve con El
guardián invisible cuando se estrenó. Me parece una película redonda, en la que
el ayudante de la inspectora Salazar destaca como uno de los protagonistas
importantes. Me ha convencido y enamorado a partes iguales y ha hecho que mi
tiempo post-COVID haya sido mejor.
Por supuesto, ya he leído las dos novelas posteriores de
Dolores, Todo esto te daré, con la que ganó el Planeta, una buena
novela que supongo “coincidió” en el tiempo, después de su triunfo para que se
le asignase a ella el premio, aunque creo que no es su mejor obra, pero también
me gustó y La cara norte del corazón, que he devorado en plena
pandemia y que me parece una evolución muy coherente de Dolores como novelista,
y que reseñé en este mismo blog.
Pues sí, me declaro fan incondicional de Dolores Redondo,
esa supuesta escritora comercial. Porque para mí, ese adjetivo que otros usan para
denostarla, yo lo utilizo para ensalzarla y para animarla a que continúe por el
mismo camino de evolución narrativa y personal.
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