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miércoles, 18 de diciembre de 2019

The reader (el lector) - Mi crónica de lectura


Termino de leer esta maravilla de novela en inglés (y ya había visto la película de igual título protagonizada por Kate Winslet que me pareció otra joya) y comienzo a reflexionar.
Porque es una novela que remueve muchas cosas, y desde luego la conciencia.
Hay muchos tópicos y lugares comunes cuando se habla o escribe sobre el nazismo. Obviamente sobre las atrocidades, la deshumanización y la barbarie que supusieron los campos de exterminio, las torturas, las muertes en cadena y un largo etcétera del que ya tenemos sobrados documentos escritos y recreaciones fílmicas.
Sin embargo, Bernhard Schlink nos lleva a otro punto de vista, quizá no explorado todavía o al menos mucho más desconocido. Y es el de aquellas personas (hombres y mujeres) que actuaron como guardias, verdugos, mantenedores, sirvientes y un largo etcétera al servicio del partido nazi y bajo qué circunstancias su existencia terminó actuando en esos puestos.
¿Fueron tal vez voluntarios y así lo eligieron? ¿Les llevó a ocupar esos puestos de trabajo su admiración por la ideología nacional socialista? ¿Qué mezcolanza de casos se dieron entre tantos y tantas que ayudaron al poder de la muerte y la destrucción? Imagino que entre tantas personas, habría quien odiaría a los judíos tanto como el mismo Hitler, otras que simplemente los ignorarían y no considerarían estar haciendo más que lo que se les ordenaba, tal vez simplemente otras sentían indiferencia. Probablemente muchos ejecutaban sin más una orden y obligación a la que les habían dirigido sin ninguna otra opción a decir que no. Y quiero imaginar que también un porcentaje de esas personas sentían lástima, horror y repugnancia por lo que se les obligaba a realizar. Y por supuesto hubo muchos casos de este tipo de personas que no fueron alemanes y que actuaron como tales en distintos territorios ocupados.
En el caso que nos ocupa, la novela, Hanna es una mujer aparentemente normal, que lleva su vida normal, como trabajadora del servicio ferroviario pero que termina como guardia en uno de los campos de exterminio. Y lo transcendental de esta novela (en mi opinión) es que igual que terminó allí, ayudando y determinando la muerte de tantas mujeres, podría haber terminado en cualquier otro lugar ejerciendo cualquier otro trabajo. En este caso particular, la razón por la que terminó como guardia fue su ignorancia (no saber leer ni escribir), lo cual hace al personaje incluso más desgraciado, ya que su vida quedaría marcada y determinada por esa ignorancia de la cual no supo (o quiso ) salir.
Y la reflexión me lleva todavía más lejos, a cómo fue la vida de esas personas una vez la guerra terminó. Fueron todas ellas declaradas culpables, ¿lo fueron in strictu senso? ¿o fueron también víctimas de un sistema y una sociedad en la que hubieran terminado siendo víctimas, si no hubieran sido verdugos? Es decir, ¿en un momento y escenario en el que probablemente no pudieron decidir más que por su propia vida? Y ¿cómo continuaron después, con todo lo que habían hecho, en su conciencia? ¿Cómo explicaron a sus descendientes, si los tuvieron lo que habían hecho? ¿Cómo consiguieron sus hijos y nietos y bisnietos, deshacerse del estigma del nazismo?
Son preguntas que nos llevan a una conclusión demoledora y es que la brutalidad que fue el régimen nacional socialista no terminó con el fin de la guerra sino que se esparció como una bacteria durante generaciones y fue dejando su rastro, cada vez menos dañino en las sucesivas generaciones.
Bernhard Schlink ha escrito una novela magistral dotando a la protagonista de un humanismo, e incluso diría una dignidad, propia de cualquier persona de bien, aun cuando por sus manos pasaron decenas de muertes. Eso quedó también perfectamente perfilado en las imágenes del juicio contra Hanna que Kate Winslet representó a la perfección (y por la que ganó el Oscar merecidamente ese año).
Os recomiendo ambas, la película y la lectura de la novela, y además, por ese orden.

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