Páginas

sábado, 2 de febrero de 2019

Ordesa - mi crónica de lectura


Llegué a este libro entre la confusión de haber leído reseñas que lo calificaban como el libro del año y otras que lo denostaban sin contemplaciones. Y siempre que ocurre algo así con una creación, sea musical, literaria o de cualquier otra índole, me pica mucho la curiosidad descubrir en qué punto del rango comprendido entre ambos extremos me situaré yo.

En este caso concreto, para la lectura de Ordesa, última novela de Manuel Vilas, parto con algunas razones para escorarme hacia el lado positivo: Manuel es un escritor aragonés y su protagonista vive, y parte de las reflexiones y andanzas del mismo transcurren en Zaragoza, de donde yo también soy oriundo.

Así que tener la posibilidad de leer una novela de éxito nacional que transcurre en Zaragoza no es demasiado habitual y, quizá sólo por ello, ya me ganó de inicio (llamadme nacionalista aragonés si queréis…)

Entrando ya en la novela, la forma en que está escrita y los parajes por los que nos adentra Manuel, debo decir que me ha refrescado e interesado a partes iguales. O sea, aunque no puedo decir que haya una trama, en el sentido clásico de la palabra, las reflexiones que el personaje principal compone y argumenta, consigo mismo muchas veces, avanzan en la dirección de una línea más o menos temporal y conduce al lector acompañado de los sentimientos, los anhelos y las penurias del mismo. 

Tan es así que incluso las repeticiones de ideas, escritas en sentido inverso tras haberlas escrito en el directo, no resultan molestas, aún más, refuerzan el interés que el autor pretende transmitir. Para un lector como yo que anda en una franja de edad similar a la del protagonista, es muy divertido reconocerse en muchos de sus comentarios, sus anécdotas temporales, las formas de expresar y la realidad de la vida infantil y juvenil que relata.

O sea, lo que él vivió y pasó en sus primeros años en Barbastro y luego en Zaragoza no dista demasiado de lo que yo pude vivir y pasar en los míos en Belchite y luego en Zaragoza. El paisaje, el escenario de sus vivencias es parecido y eso siempre hace anclar una historia muy dentro al lector, y por ello me parece un acierto.

Manuel gira y retuerce sus reflexiones en torno a su familia, sobre todo sus padres. Parece obvio que su relación con ellos marcó de forma importante su pensamiento y su forma de pensar ya que los guiños a su relación familiar con ellos son continuos, a veces parecen incluso obsesivos. Y en especial los recuerdos que comparte, una vez que ambos han fallecido y lo que su ausencia le hace sentir y recordar.

Y al avanzar en la novela, la sensación que parece quedarme es que su protagonista es un tipo un poco abandonado de la realidad. Lo calificaría como alguien a quien la suerte no le ha abrigado demasiado y que, justamente por ello, su talante y tono vital son más bien pesimistas, cuando no tristes.

Sorprende también el título, ya que Ordesa aparece muy al final de la novela y aunque en sí mismo es un paisaje y lugar suficientemente singular como para titular un libro, parecería que hubiera tenido que tener más protagonismo.

He terminado la lectura y me he quedado con ganas de más, de más literatura de Manuel Vilas, de más circunloquios y reflexiones en torno a las ideas, los recuerdos, la filosofía del ser humano o la cotidianidad de la vida en el mundo que nos toca vivir. Sí, todo eso creo que define lo que me ha parecido esta novela: una mezcla de realismo pragmático, filosofía sin ambiciones académicas y sentimientos de vaivén con los seres más cercanos que ya nos faltan. Todo ello presentado entre el pirineo y Zaragoza y con viajes de ida y vuelta a los años setenta.

Mi enhorabuena para Manuel Vilas. Ahora me dedicaré a descubrir su poesía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aguardo tus comentarios: