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martes, 20 de febrero de 2018

A vueltas con el bilingüismo

Esta semana he escuchado varios programas y tertulias, con el pretexto de debatir sobre si el gobierno debe utilizar el artículo 155 para desmadejar la supuesta “inmersión lingüística” catalana, acerca de las bondades y maldades de la educación bilingüe. Pero mi reflexión no tiene nada que ver con Cataluña, sino con el modelo educativo bilingüe Castellano-Inglés.

En muchos casos la opinión acerca de la implantación de este sistema ha sido negativa. Aunque el tema tiene muchas aristas y gran parte de ellas relacionadas con el nivel socio económico de las familias que lo puedan elegir para sus hijos, yo me abstraeré de ello, intentando centrarme en la cuestión puramente lingüística.

Y la primera pregunta que me hago es: ¿existe realmente el bilingüismo? Hay teorías y opiniones a favor y en contra. Yo me quedo con un hecho, el de los niños que se crían en una familia donde el padre habla una lengua y la madre otra y desde que comienzan a hablar lo hacen en ambas. Sería lo que podríamos llamar bilingüismo natural. Por tanto, si eso existe, partiré de la premisa de que el bilingüismo también. Ahora bien, la cosa cambia si a ese estado ideal en el que la mente piensa, razona, deduce, sueña y se expresa indistintamente en dos lenguas se llega tras años de estudio de la segunda lengua (la no materna).

Como es evidente que ese caso no tiene nada que ver con el ideal, mi planteamiento llega finalmente al motivo de esta reflexión y es el de cómo podríamos facilitar el entorno de aprendizaje a un niño, que no se cría en un hogar bilingüe, para que llegue a serlo.

Lo ideal sería moverse a otro país y vivir en un entorno en el que el niño conviva con otra lengua distinta a la que hablará y aprenderá en casa con sus padres. Este otro país podría ser Reino Unido pero podría ser también Cataluña, por ejemplo. Conozco experiencias en este sentido y el bilingüismo que se alcanza es prácticamente real, si el niño lo comienza siendo no demasiado mayor.

Otra alternativa es llevar al niño a un colegio que sigue el curriculum de otra lengua (por ejemplo un colegio inglés). La calidad de aprendizaje de la segunda lengua será sin duda menor que si viviese en el país en cuestión pero aun así considero que llegará a adquirir un nivel de dominio de la segunda lengua suficientemente alto como para, sin llegar a estar al mismo nivel que su lengua materna, expresarse, trabajar, leer libros, y poder desarrollar una vida en ese idioma.

La tercera y peor alternativa es que el niño reciba unas asignaturas en castellano o la lengua cooficial de cada parte de España y otras en la segunda lengua extranjera. Por ejemplo, hay algunos colegios que imparten un supuesto bilingüismo enseñando Ciencias Naturales, y la asignatura de Inglés en ese idioma únicamente, que en una segunda etapa se incrementa hasta un 50% de las asignaturas siempre que no sean Ciencias Sociales, Lengua o Matemáticas.

En mi opinión este sistema carece de sentido pues el aprendizaje del segundo idioma ha de estar contextualizado a un todo. Es decir no sirve de nada saber las partes de un árbol en inglés si el alumno no sabe expresarse o redactar en inglés.  Lo mismo sucede con la geografía o la historia. ¿Para qué estudiar la historia de España en inglés? Lo lógico sería estudiar la historia de Reino Unido en Inglés y la de España en castellano, en todo caso.

Y es que antes de “estudiar” o “aprender” en otro idioma (pongamos el inglés como ejemplo tipo pero serviría cualquier otra), como lengua vehicular, considero que se tiene que saber suficiente de esa lengua, leer, escribir, redactar etc.. para, con esa barrera superada, poder estudiar cualquier temario. Si no, se supeditará siempre el contenido a estudiar al continente o lengua en que se haga. Además, el profesor que imparta esas asignaturas en la lengua extranjera debe tener un dominio de la misma que dudo mucho se alcance en muchos de los casos.

Por lo tanto esta tercera vía para mí es un parche casi tan parecido al de llevar al alumno un par de horas a la semana a una academia. Eso para mí no es aprender en un sistema bilingüe, sino es estudiar la asignatura de inglés, que es muy distinto.

Y claro, todas estas limitaciones son comprensibles ante la continua falta y recorte de recursos que las sucesivas administraciones y ministros de educación (y englobo a los de todos los colores) han ido aplicando, en detrimento del futuro de nuestros hijos y para mayor gloria rediticia de las siguientes elecciones que tuvieran en perspectiva.

Es una lástima que este tema no se trate con la suficiente profundidad y seriedad, pero así son los políticos que tenemos en España. Y por eso yo digo, que así, prefiero una ausencia total de bilingüismo en las escuelas públicas españolas porque es peor aprender mal que no aprender. Y desde luego mucho más grave es no aprender Ciencias Naturales o la asignatura que sea porque se centre toda la atención en poder entender lo que se lee del libro o entender lo que explica el profesor.


Así pues, mi posición en esto es radical. O bilingüismo total y real con todo lo que conlleva, sobre todo la financiación detrás que lo permita desarrollar o monolingüismo con asignaturas extranjeras. Lo demás son castillos en el aire que suenan muy bien para las próximas elecciones pero que no sirven para nada.

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