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domingo, 17 de septiembre de 2017

¿Por qué Damasco? - mi crónica de lectura

Siempre que cae por mis manos cualquier libro o crónica de Damasco me lanzo a ellos con entusiasmo, porque la capital siria ha sido uno de los lugares más evocadores que he visitado en muchas ocasiones. Lamentablemente, he tenido que hacer la anterior consideración en pasado, ya que todo lo que Damasco ofrecía al visitante ha pasado a ser historia y me temo que tendrán que pasar muchas décadas hasta que podamos volver a ver (si es que algún día se puede) el esplendor que tuvo hace ya casi una década.

El libro de Tomás Alcoverro está planteado como relatos cronológicos de un corresponsal de la zona que va narrando las peculiaridades, las esencias de los acontecimientos que sucedían en Siria desde sus primeras visitas a principios de los 70.

Su distribución en capítulo-relatos de 3-4 páginas anima a una lectura rápida, entretenida, que te deja con ganas de más y que aleja la pereza de la lectura en aquellos que no tengan su hábito muy asentado.
Lujosamente prologado por el exministro de asuntos exteriores Miguel Ángel Moratinos, Tomás nos lleva de la mano hacia la espiral de destrucción y desolación a la que la mal llamada primavera árabe arrastró al país de oriente medio.

Da un placer (y a la vez un gran dolor) recorrer con el texto de Tomás las calles del barrio cristiano al que se accede una vez franqueada Bab Touma, el antiguo mercado damasceno de Hamidiye, la Gran Mezquita de Damasco (donde descansan restos de San Juan Bautista) o el intrincado callejero alrededor de ellos así como enclaves llenos de historia y energía imborrable, como Maalula (uno de los últimos lugares de la tierra donde todavía se habla Arameo, el idioma de Jesús) o Palmira.

Leyendo el libro de Tomás, he recordado tantas cenas en los restaurantes de la montaña Ben Jabal, desde los que se veía Damasco de noche, imponente, llena de minaretes iluminados con luces verdes y sobre todo llena de paz y de seguridad. También los viajes a los polígonos industriales de los alrededores de Damasco, a Yarmouk Camp, el barrio palestino donde disfruté en veladas inolvidables y sobremesas con mis amigos Abdel Karim y Fadia. Recuerdo tantas noches pasadas en el Hotel Cham Palace, los paseos por las calles que lo circundaban, donde se podían comprar CD’s musicales a bajo precio, degustar la rica gastronomía siria, ver a sus gentes, los mercadillos de fruta y verdura o simplemente sentarme a leer un libro en cualquiera de sus parques.


También en muchas ocasiones conduje por la carretera que conduce a Beirut, me detuve en el paso fronterizo que tan rápido se hacía para un europeo y tan lento para un turco (mi acompañante, Attila, de cuya mano descubrí este magnífico país y de quien tanto aprendí).

Tomás nos relata también su experiencia en Beirut, nos habla de su esplendor, de su libertad en un marasmo de limitaciones geográficas, de su desgraciada guerra y de su renacimiento (momento en el que yo la descubrí). 

No tuve ocasión de visitar en tantas ocasiones Beirut como lo hice con Damasco, pero las contadas ocasiones que deambulé por sus calles me enamoró. Hace un tiempo escribí un relato titulado Atardecer en Beirut, pronto lo publicaré.

Para todos aquellos que nunca pudieron o quisieron visitar Siria, para todos los que están contagiados de los únicos mensajes que llegan hoy en día de aquella zona, de destrucción, de atentados, de miseria, es éste un libro necesario. Para comprender por qué es tan injusto, tan inhumano y tan cruel que el veneno de la guerra sin sentido siempre, pero en este caso más, en la que nadie sabe muy bien quién lucha contra quién, quién es el bueno, quien es el menos malo y por qué se está destruyendo una cuna de civilizaciones, haya prendido en aquella tierra de paz y de ejemplo de convivencia entre distintas religiones, hoy en día destruida por completo.

Rezo al Dios en el que no creo para que un día todo termine y podamos volver a caminar por las calles de la vieja Damasco, con calma, con tiempo para mirar a los ojos a sus viandantes, y con la serenidad para respirar el aire de su historia.






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