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lunes, 7 de agosto de 2017

Amor indivisible

La cotidianidad, lejos de apagar la llama de la pasión de juventud, hizo su unión aún más fuerte con el paso de los años. No tuvieron hijos y, quizá por ello, se habían entregado por completo el uno al otro.

Ella se había criado en un pequeño pueblo del sur de Aragón, en una familia humilde. Su vida estaba dedicada al trabajo de profesora en su pequeña escuela, donde enseñaba a 12 niños de distintas edades. El único momento del año en que se escapaba a Zaragoza era durante las fiestas del Pilar para disfrutar de su gran pasión: El Teatro.

Él, por el contrario, provenía de una familia acomodada de la capital, donde la vida cultural a principios de los años 30 le había proporcionado un círculo nutrido de relaciones que le habían convertido en un escritor muy renombrado.

Cuando se conocieron, hubo algo que de inmediato los unió. No más de 5 segundos, una sola mirada, y ambos supieron que sus almas estarían entrelazadas eternamente.

Todo sucedió a la salida de una función del Teatro Principal. La Lorquiana “Bodas de Sangre” fue un rotundo éxito. La tristeza del final y los 40 minutos de aplausos posteriores hicieron saltar las lágrimas de Marina.

Estaba sentada en la tercera fila, y a pesar del aforo completo, él las pudo ver desde el palco en el que se hallaba sentado. Cuando ella fue consciente de su llanto, intentó pararlo y al mirar en derredor, sus ojos se toparon con los de Juan y su irresistible sonrisa.

Marina no imaginó que aquella mirada significase más que una de tantas otras que se cruzan durante nuestras vidas. Sin embargo, a la salida del teatro la estaba esperando.

Después de aquella noche ya nunca se separaron. Marina volvió a su pueblo, sí, cuando terminó su semana en Zaragoza y Juan continuó escribiendo en el periódico pero estuvieron en contacto mediante cartas que intercambiaban diariamente.

Al llegar la Navidad de 1933, Juan visitó a los padres de Marina y en la misma fecha les pidió la mano de su hija. Los esponsales se celebraron en la iglesia mayor en Marzo, por San José. Fue una fiesta llena de colorido y felicidad. El colofón final, por deseo expreso de los dos novios, fue la representación de una obra teatral en la plaza mayor, donde habían habilitado un pequeño escenario.

Este pequeño acto supuso el comienzo de una tradición que después se mantendría en el pueblo, incluso en los años de la guerra civil, hasta hoy. Cada 19 de Marzo la representación de una obra de un dramaturgo español.

Este año también. Dentro de unos minutos comenzará la función. La representa una compañía de 25 actores. Hay una gran escenografía. Marina y Juan tienen butaca preferencial y es allí donde están ya sentados. Marina contempla los ojos de su marido y es consciente de que Juan no está con ella. La enfermedad ha hecho que su mente se empeñe en viajar más allá del conocimiento mientras su cuerpo sigue anclado a la mutua realidad de la pareja.


Y en ese momento, justo antes de abrir el telón, mientras Marina coge la mano de Juan entre las suyas, el viento del norte le acerca el recuerdo de aquella noche de San José, hace 60 años, en la que supo que sería la primera de un amor indivisible.

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