Lo
imposible
Kemal Atatürk enseñando el nuevo alfabeto (1928).
Creía firmemente en la revolución que había iniciado,
escrita con renglones de historicidad imperecedera. Siglos de imperio Otomano
parecían imposibles de cambiar antes de comenzarla, pero gracias al sueño de un
mundo mejor, más igualitario y democrático Kemal había lanzado a todo un pueblo
a una transformación sin retorno.
Semejante labor requería en ocasiones cierta radicalidad, a
pesar de la cual creía haber podido evitar la violencia en términos generales.
Desde el comienzo, fijó su pilar ideológico en la creación
de un sentimiento patriótico junto al ideal humanista más elevado.
Tras cinco años de gobierno, desde la fundación de la
moderna república Turca en 1923, las reformas fundamentales habían ocupado todo
su tiempo y esfuerzo. Las prioritarias ya habían sido instauradas: el cierre de las escuelas religiosas y abolición de la sharía (ley religiosa), la adopción de
una constitución democrática y la prohibición del fez (típico sombrero otomano), y el velo, introduciendo la
vestimenta occidental.
Las reformas laicistas continuaron con la adopción
del calendario occidental gregoriano, la elección de un código civil inspirado
en el modelo europeo que terminó con la poligamia y la aprobación del
matrimonio civil.
Sin embargo, faltaba el cambio más difícil, el
cultural. El Islam había ordenado el pensamiento del pueblo de forma
unidireccional durante siglos, algo que costaría un esfuerzo enorme modificar.
La mentalidad humana es terca y conservadora por naturaleza y Kemal no
alcanzaba a conseguir una herramienta que le ayudase.
Sesiones y debates con sus más ilustres politólogos
e intelectuales, le llevaron a una conclusión que, por su simplicidad, parecía
inverosímil: Crear su propio idioma.
En la última reunión de gobierno, decidieron abolir
el uso de la grafía árabe, remozar su vocabulario aglomerando términos del Islam,
la antigua Persia y la Turquía pre-otománica y crear un lenguaje propio
utilizando la grafía latina: El idioma turco.
Impondría por ley la asistencia a la escuela a todas
las personas con edades comprendidas entre seis y cuarenta años para aprender
el nuevo alfabeto y obligaría a todos a adoptar un nombre y apellido basados en
el nuevo alfabeto.
La aprobación de la ley estaría lista el 24 de Mayo
de 1928, fecha en la que su gabinete de prensa convocaría a todas las
televisiones nacionales e internacionales, los portales de televisión online de
todo el mundo y los confidenciales digitales a una rueda de prensa en la que explicaría
la que sería la revolución cultural más espectacular que jamás daría el siglo
XX.
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